-Vaya, vaya. Esto no lo esperaba.
Raukion abrió los ojos. El techo estaba lleno de decorados. Se puso de pie sin usar sus manos, e instintivamente tomo su espada. Solo que su espada no estaba. Un rápido paneo le reveló que estaba en una habitación goana muy lujosa. En el centro había un trono dorado, montado sobre una plataforma cubierta de almohadones. Alrededor del trono habia bellas huries. Sobre el trono, un hombre enmascarado, vestido como rico burgués kalanite.
-Un kensai desarmado es tan poderoso como karmigero sin karma.
El enmascarado desprendió la paste posterior de su máscara, revelando unos labios leprosos y lastimados. Sin embargo, debió haber sido una ilusión óptica causada por la deficiente iluminación, porque al examinar nuevamente Raukion vio que sus labios eran masculinos y perfectos. Mordió una fruta que una de las huríes le deposito en la boca.
-Quien eres?
-Soy la muerte enmascarada. La canción del final. El flautista en las puertas del amanecer. El recolector de desgracias. El mensajero enigmático. El ajedrecista ciego. Soy la cosa del umbral. El sabueso que sisea en los ángulos del tiempo. La verdad paradójica que no esperabas. Soy pan, soy paz, soy mas. Soy Lamuel, uno y todos ellos. Bienvenido.
-Soy Raukion, y ahora soy nadie.
-Eso eres. Nadie- le susurro al oído Lamuel. Raukion intentó una toma de kenjutsu, pero sus manos solo aferraron una túnica vacía.
La mascará de Lamuel flotaba en el aire. Sus ojos brillaban en la penumbra, como velas recién encendidas.
-Estamos en el principio de todo, Raukion. Donde comienza el universo, cada mañana cuando sale el sol, y despiertas. Donde termina el Soñar, la Rosa de los cielos.
Raukión miro sus manos. No, no eran sus verdaderas manos, sino una imitación bastante adecuada.
-Esto no es real, verdad?
La Mascara de Lamuel ahora ocupaba todo el horizonte. No había nada mas, con Raukion flotando sobre ella, como si fuera una luna orbitando un planeta.
-Nada es real. Solo la Voluntad.
Raukion cerro la mano y la adelanto, y aunque la Mascará estaba a cientos de kilómetros de distancia, y la aferro, y tiro de ella.
Detrás había un rostro podrido y deteriorado. Un gusano salía de las cuencas oculares. Los dientes podridos se adivinaban atrás de los labios que se caían a pedazos. Las mejillas estaban perforadas, hendientes. Una resto gelatinoso de masa encefálica salía por el hueco donde estuvo la nariz.
-Estás muerto por dentro. -sentenció Raukion.
El vals inundó la habitación. Raukion vestía como un maestro de caza élfico, aunque estaba desubicado en una habitación llena de nobles Xenorianos. Conocía a algunos. Lady Amelia Valjean, en su vestido azul de corte LesDanton. La electora de Anna Weirstrauss, embarazada y del brazo de su esposo, el duque Hort Clausen. El anciano Iand Silverhand, de elegante frac negro, apoyado en su musculoso escudero y en su bastón terminado en una mano plateada. El vals era la Alegre Canción, el mas clásico de los valses de Brixton Gate.
Lamuel se acercó. Iba de chaquetón rojo y azul, demasiado pomposo para la ocasión.
-¿Disfrutas de la fiesta, mi manco amigo?
Raukion noto que efectivamente, su mano derecha faltaba. En su lugar una mano de madera viva, un reemplazo usual entre los elfos sindars.
-He visto mejores- admitió Raukion. -Hay muchas damas, veo, algunas interesantes.
-Siempre las hay. Es el baile del fin del mundo, nadie puede faltar.
-Todos están muertos aquí también?
-Muertos? No, no. Algunos, si. La mayoría. Otros se escaparon, como yo.
Un sirviente les sirvió champagne. Raukion bebió la suya torpemente, con su mano izquierda.
-Vas a interpretar alguna pieza, Lamuel?
-Tal vez luego - Lamuel se encogió de hombros- Ahora prefiero bailar. Alguien tendrá que caer en mis encantos.
-El que baila la alegre canción encuentra el amor verdadero - recordó en voz alta Raukion.
-Cuentos de viejas. Además, todas las noches encuentro algún amor verdadero.
-Yo no- admitió Raukion. Se sirvió un pequeño bocado de copetín de una de las bandejas que pasaban. Era una masa dulce con ciervo especiado, demasiado crudo para su gusto élfico.
-Creo que le echado el ojo a esa señorita de la esquina - Señalo Lamuel con el bastón, disimuladamente.
Era una joven xenoriana, con un vestido que dejaba claramente su condición de baronesa. Era de percal verde, cuidadosamente aseado. Sus joyas eran baratas y poco refinadas.
-La baronesa de Wild?
-Así es. Muero por ella.
-Oí que ella fue la murió por ti- Raukion bebió mas champagne. Dioses, era deliciosa. No había cosas así en el Harmonio. Lamuel hizo un chasquido de desagrado.
-Todo el mundo se termina muriendo, alguna vez. Que querés que haga?
-A mi no me preguntes. No soy la persona indicada para enseñarte romanticismo. La vida es demasiado corta para entender a las mujeres.
-Y eso lo dice un elfo, que risa- comentó amargado el enmascarado. -Hazme un favor, quieres? Ayúdame con la baronesa, puedes seducir a su amiga?
Efectivamente, Jade Wild estaba acompañada de otra dama, mucho más alta y fornida. Era de cabello rubio, trenzado, indudablemente con sangre drakking. El vestido Champolion que llevaba estaba a punto de estallar por sus amplios hombros y escote.
-Esa mujer… no es de por aquí. - se maravilló Raukion.
-No, da la casualidad que es mi ex esposa.
En ese momento, un alto paladín con uniforme de gala le tomo la mano a la mujer rubia y se la llevo aparte.
-Vaya, parece que ese caballero te leyó el pensamiento y te dio una mano.
-No me lo recuerdes. Se puede quedar con ella. Yo vine aquí a redimirme.
Lamuel apuró su copa, y luego se quitó la máscara. Bajo ella, su rostro era el de un hombre de edad madura, pero aun atractivo y varonil. Las primeras canas empezaban a salirle en las sienes, pero no había arrugas en su seño fruncido.
-Deséame suerte
-Suerte- Raukion le palmeó la espada.
Con paso decidido, Lamuel se acerco a la joven, y comenzaron a charlar; una reverencia y un beso en la mano hicieron que la doncella se sonroje. Raukion recibió otra copa, esta vez de vino feltiano. Sonrió satisfecho porque las cosas parecían marchar bien.
Una mano femenina le acarició el hombro.
-¿Debo seguir esperando que me invites a danzar esta pieza?
El elfo se volteo. Tras ella había una dama de belleza deslumbrante, cabellos castaños y enormes ojos cafés que parecían mirarte al fondo del alma.
-Milady Casandra, será el más grande placer que haya vivido - se arrodillo y le beso la mano.
-Su galantería me deslumbra, milord.
Danzaron en silencio el Vals de la luna de Plata, mirándose a los ojos.
-Tu estas aquí de verdad? - le preguntó Raukión
-No. Ni tu tampoco, Raukion. Esto es una ilusión consensuada, creada por el poder residual del Destino. Tu y Lamuel la están creando al mismo tiempo. Yo me quede en la entrada; por alguna razón no puedo avanzar. Sospecho que no soy uno de los libres.
-No sé de qué me está hablando.
-No, es que parte de ti mismo está en tu personaje en esta ilusión. Pero no importa, el Raukión que esta tras de ti y te controla puede oírme. Así que solo escúchame y finge que no entiendes.
-No estoy fingiendo. De hecho, ahora me siento bastante incomodo.
-Raukion, concéntrate. No se cómo llegó Lamuel aquí, pero creo que de alguna manera nos ha estado manipulando desde el principio. El estuvo aquí antes, y lo derrotaron. Quiere convertirse en el Destino. Conoce este lugar mejor que todos nosotros. Ha pasado los últimos ochenta años planeando volver, adquiriendo poder y habilidad para controlar este lugar.
-Lamuel hizo todo esto? Es bueno con las ilusiones, pero…
-No lo conoces. Crees que si, es parte de este escenario. No importa. Tienes que derrotarlo, Raukion. No te conozco, no sé porque estabas del lado de Pirotesh y Enor, pero no parece que seas una mala persona. Pero Lamuel…
-No voy a consentir que hable mal de un amigo. Quiere una copa a la luz de la luna, milady.
Salieron afuera. Raukion se las arreglo para capturar una botella de vino endomonico y se sentaron en una de las escalinatas.
Casandra bebió un trago de la botella, y se lo paso. Raukion encontró el gesto encantador, pero quizá era el alcohol.
-No es difícil entrar en tu mente, para ser un elfo. Has pasado mucho tiempo entre humanos, Raukion.
-Me crié entre humanos. Mi padre me entrego a la familia imperial para cerrar un pacto de no agresión con nuestras ciudades.
-Eso explica muchas cosas. Que uses katana, por ejemplo. -Casandra soltó una risa tonta.
-También tú te estás embriagando -
-Es que esta ilusión es muy poderosa, aun para mí. Déjame concentrarme - Casandra se llevo las manos a la frente y se masajeó las sienes. Raukion se acercó y le acarició la nuca.
-No, no. Raukion, escúchame. Tienes que derrotar a Lamuel.
-Que es lo que quieres? Que le arroje un guante a la cara y lo reté a un duelo.
-Podría funcionar. Pero necesitas un motivo.
-Como qué? Que por ejemplo, ambos pretendamos a una misma mujer?
-Si, podría funcionar. Si seduzco a Lamuel, quizás…
Raukion frunció el seño, molesto por las implicancias del comentario.
-No funcionará. Lamuel no es esa clase de persona. Puedes preguntárselo a Altione.
-¿Quien?
-El paladín albino, el que saco a bailar a su ex esposa en el salón.
-No, no es así, tenemos que encontrar una manera- Casandra acarició distraídamente el pecho de Raukion. Desprendió un botón de la camisa. Raukión se inclinó sobre ella.
La banda dejo de tocar. El gran reloj de péndulo que dominaba la sala de baile comenzó lentamente a sentenciar sus campanadas. Cada persona contaba en silencio el estruendo. A la séptima campanada, hubo un murmullo, y un grito. Los ojos de todos los concurrentes se orientaron a su fuente. Una dama se había desmayado, y junto a ellas, una enigmática figura enmascarada, que de alguna manera a nadie había llamado la atención previamente. Un rumor se expandió por la sala, creciente con cada campana, un rumor de desaprobación sorpresa, pero también de espanto, horror y repugnancia. La figura estaba cubierta de pies a cabeza de una mortaja sanguiñolienta, a la usanza goana. Manchas negras de sangre seca le resaltaban el pecho, donde había un agujero profundo que lo atravesaba de lado a lado. Su rostro estaba cubierto por una máscara.
Lamuel, que abrazaba entonces a la joven Jade, desvió también su mirada. Cuando sus ojos cayeron sobre la figura (que ahora, en un movimiento lento y solemne, cruzaba la sala hacia él) se convulsionó en un primer momento en un estremecimiento de terror o disgusto, pero rápidamente su rostro enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve a usurpar mi mascara?¿Quien se atreve a insultarme con esta burla blasfema?
Con la última campanada, no había nadie más que ellos dos en toda la sala. Lamuel sacó un cetro de fuego de sus ropajes y apunto hacia la figura embozada; un bólido incendiario salió disparado. La figura extendió sus manos; un viento helado apago el bólido en el aire. Los cientos de candelabros que iluminaban la sala se apagaron. Solo la luna, que entraba por los ventanales, iluminaba la escena.
En la penumbra, Lamuel redescubrió el miedo.
La figura no contesto. El cetro se deshizo en polvo en sus manos.
Despacio, camino hasta la figura, puso sus dedos sobre el borde de su máscara.
-Lamuel- advirtió Raukion, que entraba a la sala en ese momento acompañado de Casandra. Ella se cubría con un mantel, y Raukion estaba desnudo de la cintura para arriba.
Lamuel sollozó mirando a su amigo, pero no bajo su mano. Acariciaba el borde de la máscara.
-Que es esto, Raukion, no lo sé. Detenlo, por favor.
Raukion se quedo en silencio. Casandra se dio vuelta y salió por la entrada principal en silencio. El elfo camino hasta ellos. Puso su mano sobre el costado de la figura.
-El corazón no le late.
Lamuel se mordió los labios. Su rostro era ahora el de un anciano, lleno de profundos surcos, con manchas de la piel. Su cabello cano y pajizo se derramaba por las mejillas.
-Una bruja me maldijo una vez. Me maldijo con vida. Una vida de sufrimiento, de desgracia. Una larga vida.
Lamuel respiró, cerró los ojos y le quitó la máscara.
Raukión salió al balcón, suspirando. Casandra ya no estaba. Abajo, se podía ver la campiña xenoriana, iluminada a la luz de la luna. Las torres de la barbacana del castillo, de granito y piedra resaltaba contra el bosque en el horizonte. No había ninguna luz, ninguna señal de actividad humana.
El horizonte se hundió. Las estrellas comenzaron a apagarse. Los arboles del bosque cercano comenzaron a disolverse, uno por uno. El cielo nocturno se derretía. La luna titilo dos veces y se apago. La barbacana se desarmo en cientos de bloques de piedra que se precipitaron hacia abajo. Él mismo balcón se contrajo y derrumbo cayendo hacia la nada.
Raukión se encontró flotando, contemplando hacia el abismo. Y el abismo también lo miraba.
-Armagest. - saludó Raukion con una sonrisa. La sonrisa con la que uno recibe a un viejo amigo.
No hubo respuesta.
Raukion se dio la vuelta y camino por un pasillo de loza blancas y negras. Ahora vestía todo de negro, con los cabellos recogidos con joyería plateada. Su katana estaba en su mano, rezumando sangre por los bordes del metal. El corredor terminaba en un terrible espejo. Su imagen era, sin embargo, diferente. Sus ojos eran totalmente negros.
Raukion sonrió fieramente. El reflejo le devolvió la sonrisa, y de un feroz katanazo partió el vidrio que los separaba en un mil pedazos. Rápidamente Raukion se puso en guardia y desvió el siguiente ataque. Contraataco a su reflejo con ferocidad, sin éxito. Se contorsionó salvajemente para esquivar el siguiente mandoble, que paso a centímetros de su nariz. Cayo al suelo de espaldas y en el mismo gesto rodó hacia atrás, con un corte frontal directo de espaldas. El reflejo paro y finto, y volvió a atacar. Raukion paro con el mango de su katana y lo empujo con el hombro. El reflejo perdió el equilibrio, choco con la pared del pasillo y la piso lateralmente; comenzó a caminar por la pared, como si la gravedad hubiera girado noventa gados. Raukion maldijo en queuriano y paro dos mandobles expertos con dificultad. Retrocedió dos, tres pasos, finto, paso por debajo del reflejo, piso la pared, y termino parado sobre el techo, que ahora era el piso para el. El reflejo lo siguió y terminaron enlazados en una doble parada, los filos de las katanas a centímetros de sus rostros.
Y Raukion vio los ojos vacíos de toda luz de su reflejo, y adivinó la verdad.
Empujo con fuerza; el reflejo retrocedió e intento repelerlo con un revés. Raukion evadió y comenzó a contraatacar con desdén, una lluvia de golpes veloces, pero cada uno mortal. El reflejo fue esquivando, parando y resintiendo cada ataque, pero era incapaz de contraatacar. Al noveno golpe, trabó con fuerza y la katana de Raukion voló por los aires. El reflejo retrocedió, en posición de ataque, y luego avanzo. Raukion retrocedió, desarmado, las manos a los costados, sonriendo inquietantemente.
El reflejo alzo la katana para dar el golpe mortal, y cargo. Raukión extendió su mano y un muro de fuerza invisible se alzo entre ambos bloqueando la carga. Con un rápido gesto, la katana restante se partió. Raukion dio puñetazos al aire, que curiosamente parecían afectar cada uno al reflejo como si hubieran contactado su cuerpo con la fuerza de un gigante. En el último gesto, Raukion extendió la diestra y aferro el cuello de su reflejo, y le quebró el espinazo.
-Armagest está muerto. Solo eres el hueco que dejaste en mi.
Raukion abrió los ojos. El techo estaba lleno de decorados. Se puso de pie sin usar sus manos, e instintivamente tomo su espada. Solo que su espada no estaba. Un rápido paneo le reveló que estaba en una habitación goana muy lujosa. En el centro había un trono dorado, montado sobre una plataforma cubierta de almohadones. Alrededor del trono habia bellas huries. Sobre el trono, un hombre enmascarado, vestido como rico burgués kalanite.
-Un kensai desarmado es tan poderoso como karmigero sin karma.
El enmascarado desprendió la paste posterior de su máscara, revelando unos labios leprosos y lastimados. Sin embargo, debió haber sido una ilusión óptica causada por la deficiente iluminación, porque al examinar nuevamente Raukion vio que sus labios eran masculinos y perfectos. Mordió una fruta que una de las huríes le deposito en la boca.
-Quien eres?
-Soy la muerte enmascarada. La canción del final. El flautista en las puertas del amanecer. El recolector de desgracias. El mensajero enigmático. El ajedrecista ciego. Soy la cosa del umbral. El sabueso que sisea en los ángulos del tiempo. La verdad paradójica que no esperabas. Soy pan, soy paz, soy mas. Soy Lamuel, uno y todos ellos. Bienvenido.
-Soy Raukion, y ahora soy nadie.
-Eso eres. Nadie- le susurro al oído Lamuel. Raukion intentó una toma de kenjutsu, pero sus manos solo aferraron una túnica vacía.
La mascará de Lamuel flotaba en el aire. Sus ojos brillaban en la penumbra, como velas recién encendidas.
-Estamos en el principio de todo, Raukion. Donde comienza el universo, cada mañana cuando sale el sol, y despiertas. Donde termina el Soñar, la Rosa de los cielos.
Raukión miro sus manos. No, no eran sus verdaderas manos, sino una imitación bastante adecuada.
-Esto no es real, verdad?
La Mascara de Lamuel ahora ocupaba todo el horizonte. No había nada mas, con Raukion flotando sobre ella, como si fuera una luna orbitando un planeta.
-Nada es real. Solo la Voluntad.
Raukion cerro la mano y la adelanto, y aunque la Mascará estaba a cientos de kilómetros de distancia, y la aferro, y tiro de ella.
Detrás había un rostro podrido y deteriorado. Un gusano salía de las cuencas oculares. Los dientes podridos se adivinaban atrás de los labios que se caían a pedazos. Las mejillas estaban perforadas, hendientes. Una resto gelatinoso de masa encefálica salía por el hueco donde estuvo la nariz.
-Estás muerto por dentro. -sentenció Raukion.
El vals inundó la habitación. Raukion vestía como un maestro de caza élfico, aunque estaba desubicado en una habitación llena de nobles Xenorianos. Conocía a algunos. Lady Amelia Valjean, en su vestido azul de corte LesDanton. La electora de Anna Weirstrauss, embarazada y del brazo de su esposo, el duque Hort Clausen. El anciano Iand Silverhand, de elegante frac negro, apoyado en su musculoso escudero y en su bastón terminado en una mano plateada. El vals era la Alegre Canción, el mas clásico de los valses de Brixton Gate.
Lamuel se acercó. Iba de chaquetón rojo y azul, demasiado pomposo para la ocasión.
-¿Disfrutas de la fiesta, mi manco amigo?
Raukion noto que efectivamente, su mano derecha faltaba. En su lugar una mano de madera viva, un reemplazo usual entre los elfos sindars.
-He visto mejores- admitió Raukion. -Hay muchas damas, veo, algunas interesantes.
-Siempre las hay. Es el baile del fin del mundo, nadie puede faltar.
-Todos están muertos aquí también?
-Muertos? No, no. Algunos, si. La mayoría. Otros se escaparon, como yo.
Un sirviente les sirvió champagne. Raukion bebió la suya torpemente, con su mano izquierda.
-Vas a interpretar alguna pieza, Lamuel?
-Tal vez luego - Lamuel se encogió de hombros- Ahora prefiero bailar. Alguien tendrá que caer en mis encantos.
-El que baila la alegre canción encuentra el amor verdadero - recordó en voz alta Raukion.
-Cuentos de viejas. Además, todas las noches encuentro algún amor verdadero.
-Yo no- admitió Raukion. Se sirvió un pequeño bocado de copetín de una de las bandejas que pasaban. Era una masa dulce con ciervo especiado, demasiado crudo para su gusto élfico.
-Creo que le echado el ojo a esa señorita de la esquina - Señalo Lamuel con el bastón, disimuladamente.
Era una joven xenoriana, con un vestido que dejaba claramente su condición de baronesa. Era de percal verde, cuidadosamente aseado. Sus joyas eran baratas y poco refinadas.
-La baronesa de Wild?
-Así es. Muero por ella.
-Oí que ella fue la murió por ti- Raukion bebió mas champagne. Dioses, era deliciosa. No había cosas así en el Harmonio. Lamuel hizo un chasquido de desagrado.
-Todo el mundo se termina muriendo, alguna vez. Que querés que haga?
-A mi no me preguntes. No soy la persona indicada para enseñarte romanticismo. La vida es demasiado corta para entender a las mujeres.
-Y eso lo dice un elfo, que risa- comentó amargado el enmascarado. -Hazme un favor, quieres? Ayúdame con la baronesa, puedes seducir a su amiga?
Efectivamente, Jade Wild estaba acompañada de otra dama, mucho más alta y fornida. Era de cabello rubio, trenzado, indudablemente con sangre drakking. El vestido Champolion que llevaba estaba a punto de estallar por sus amplios hombros y escote.
-Esa mujer… no es de por aquí. - se maravilló Raukion.
-No, da la casualidad que es mi ex esposa.
En ese momento, un alto paladín con uniforme de gala le tomo la mano a la mujer rubia y se la llevo aparte.
-Vaya, parece que ese caballero te leyó el pensamiento y te dio una mano.
-No me lo recuerdes. Se puede quedar con ella. Yo vine aquí a redimirme.
Lamuel apuró su copa, y luego se quitó la máscara. Bajo ella, su rostro era el de un hombre de edad madura, pero aun atractivo y varonil. Las primeras canas empezaban a salirle en las sienes, pero no había arrugas en su seño fruncido.
-Deséame suerte
-Suerte- Raukion le palmeó la espada.
Con paso decidido, Lamuel se acerco a la joven, y comenzaron a charlar; una reverencia y un beso en la mano hicieron que la doncella se sonroje. Raukion recibió otra copa, esta vez de vino feltiano. Sonrió satisfecho porque las cosas parecían marchar bien.
Una mano femenina le acarició el hombro.
-¿Debo seguir esperando que me invites a danzar esta pieza?
El elfo se volteo. Tras ella había una dama de belleza deslumbrante, cabellos castaños y enormes ojos cafés que parecían mirarte al fondo del alma.
-Milady Casandra, será el más grande placer que haya vivido - se arrodillo y le beso la mano.
-Su galantería me deslumbra, milord.
Danzaron en silencio el Vals de la luna de Plata, mirándose a los ojos.
-Tu estas aquí de verdad? - le preguntó Raukión
-No. Ni tu tampoco, Raukion. Esto es una ilusión consensuada, creada por el poder residual del Destino. Tu y Lamuel la están creando al mismo tiempo. Yo me quede en la entrada; por alguna razón no puedo avanzar. Sospecho que no soy uno de los libres.
-No sé de qué me está hablando.
-No, es que parte de ti mismo está en tu personaje en esta ilusión. Pero no importa, el Raukión que esta tras de ti y te controla puede oírme. Así que solo escúchame y finge que no entiendes.
-No estoy fingiendo. De hecho, ahora me siento bastante incomodo.
-Raukion, concéntrate. No se cómo llegó Lamuel aquí, pero creo que de alguna manera nos ha estado manipulando desde el principio. El estuvo aquí antes, y lo derrotaron. Quiere convertirse en el Destino. Conoce este lugar mejor que todos nosotros. Ha pasado los últimos ochenta años planeando volver, adquiriendo poder y habilidad para controlar este lugar.
-Lamuel hizo todo esto? Es bueno con las ilusiones, pero…
-No lo conoces. Crees que si, es parte de este escenario. No importa. Tienes que derrotarlo, Raukion. No te conozco, no sé porque estabas del lado de Pirotesh y Enor, pero no parece que seas una mala persona. Pero Lamuel…
-No voy a consentir que hable mal de un amigo. Quiere una copa a la luz de la luna, milady.
Salieron afuera. Raukion se las arreglo para capturar una botella de vino endomonico y se sentaron en una de las escalinatas.
Casandra bebió un trago de la botella, y se lo paso. Raukion encontró el gesto encantador, pero quizá era el alcohol.
-No es difícil entrar en tu mente, para ser un elfo. Has pasado mucho tiempo entre humanos, Raukion.
-Me crié entre humanos. Mi padre me entrego a la familia imperial para cerrar un pacto de no agresión con nuestras ciudades.
-Eso explica muchas cosas. Que uses katana, por ejemplo. -Casandra soltó una risa tonta.
-También tú te estás embriagando -
-Es que esta ilusión es muy poderosa, aun para mí. Déjame concentrarme - Casandra se llevo las manos a la frente y se masajeó las sienes. Raukion se acercó y le acarició la nuca.
-No, no. Raukion, escúchame. Tienes que derrotar a Lamuel.
-Que es lo que quieres? Que le arroje un guante a la cara y lo reté a un duelo.
-Podría funcionar. Pero necesitas un motivo.
-Como qué? Que por ejemplo, ambos pretendamos a una misma mujer?
-Si, podría funcionar. Si seduzco a Lamuel, quizás…
Raukion frunció el seño, molesto por las implicancias del comentario.
-No funcionará. Lamuel no es esa clase de persona. Puedes preguntárselo a Altione.
-¿Quien?
-El paladín albino, el que saco a bailar a su ex esposa en el salón.
-No, no es así, tenemos que encontrar una manera- Casandra acarició distraídamente el pecho de Raukion. Desprendió un botón de la camisa. Raukión se inclinó sobre ella.
La banda dejo de tocar. El gran reloj de péndulo que dominaba la sala de baile comenzó lentamente a sentenciar sus campanadas. Cada persona contaba en silencio el estruendo. A la séptima campanada, hubo un murmullo, y un grito. Los ojos de todos los concurrentes se orientaron a su fuente. Una dama se había desmayado, y junto a ellas, una enigmática figura enmascarada, que de alguna manera a nadie había llamado la atención previamente. Un rumor se expandió por la sala, creciente con cada campana, un rumor de desaprobación sorpresa, pero también de espanto, horror y repugnancia. La figura estaba cubierta de pies a cabeza de una mortaja sanguiñolienta, a la usanza goana. Manchas negras de sangre seca le resaltaban el pecho, donde había un agujero profundo que lo atravesaba de lado a lado. Su rostro estaba cubierto por una máscara.
Lamuel, que abrazaba entonces a la joven Jade, desvió también su mirada. Cuando sus ojos cayeron sobre la figura (que ahora, en un movimiento lento y solemne, cruzaba la sala hacia él) se convulsionó en un primer momento en un estremecimiento de terror o disgusto, pero rápidamente su rostro enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve a usurpar mi mascara?¿Quien se atreve a insultarme con esta burla blasfema?
Con la última campanada, no había nadie más que ellos dos en toda la sala. Lamuel sacó un cetro de fuego de sus ropajes y apunto hacia la figura embozada; un bólido incendiario salió disparado. La figura extendió sus manos; un viento helado apago el bólido en el aire. Los cientos de candelabros que iluminaban la sala se apagaron. Solo la luna, que entraba por los ventanales, iluminaba la escena.
En la penumbra, Lamuel redescubrió el miedo.
La figura no contesto. El cetro se deshizo en polvo en sus manos.
Despacio, camino hasta la figura, puso sus dedos sobre el borde de su máscara.
-Lamuel- advirtió Raukion, que entraba a la sala en ese momento acompañado de Casandra. Ella se cubría con un mantel, y Raukion estaba desnudo de la cintura para arriba.
Lamuel sollozó mirando a su amigo, pero no bajo su mano. Acariciaba el borde de la máscara.
-Que es esto, Raukion, no lo sé. Detenlo, por favor.
Raukion se quedo en silencio. Casandra se dio vuelta y salió por la entrada principal en silencio. El elfo camino hasta ellos. Puso su mano sobre el costado de la figura.
-El corazón no le late.
Lamuel se mordió los labios. Su rostro era ahora el de un anciano, lleno de profundos surcos, con manchas de la piel. Su cabello cano y pajizo se derramaba por las mejillas.
-Una bruja me maldijo una vez. Me maldijo con vida. Una vida de sufrimiento, de desgracia. Una larga vida.
Lamuel respiró, cerró los ojos y le quitó la máscara.
Raukión salió al balcón, suspirando. Casandra ya no estaba. Abajo, se podía ver la campiña xenoriana, iluminada a la luz de la luna. Las torres de la barbacana del castillo, de granito y piedra resaltaba contra el bosque en el horizonte. No había ninguna luz, ninguna señal de actividad humana.
El horizonte se hundió. Las estrellas comenzaron a apagarse. Los arboles del bosque cercano comenzaron a disolverse, uno por uno. El cielo nocturno se derretía. La luna titilo dos veces y se apago. La barbacana se desarmo en cientos de bloques de piedra que se precipitaron hacia abajo. Él mismo balcón se contrajo y derrumbo cayendo hacia la nada.
Raukión se encontró flotando, contemplando hacia el abismo. Y el abismo también lo miraba.
-Armagest. - saludó Raukion con una sonrisa. La sonrisa con la que uno recibe a un viejo amigo.
No hubo respuesta.
Raukion se dio la vuelta y camino por un pasillo de loza blancas y negras. Ahora vestía todo de negro, con los cabellos recogidos con joyería plateada. Su katana estaba en su mano, rezumando sangre por los bordes del metal. El corredor terminaba en un terrible espejo. Su imagen era, sin embargo, diferente. Sus ojos eran totalmente negros.
Raukion sonrió fieramente. El reflejo le devolvió la sonrisa, y de un feroz katanazo partió el vidrio que los separaba en un mil pedazos. Rápidamente Raukion se puso en guardia y desvió el siguiente ataque. Contraataco a su reflejo con ferocidad, sin éxito. Se contorsionó salvajemente para esquivar el siguiente mandoble, que paso a centímetros de su nariz. Cayo al suelo de espaldas y en el mismo gesto rodó hacia atrás, con un corte frontal directo de espaldas. El reflejo paro y finto, y volvió a atacar. Raukion paro con el mango de su katana y lo empujo con el hombro. El reflejo perdió el equilibrio, choco con la pared del pasillo y la piso lateralmente; comenzó a caminar por la pared, como si la gravedad hubiera girado noventa gados. Raukion maldijo en queuriano y paro dos mandobles expertos con dificultad. Retrocedió dos, tres pasos, finto, paso por debajo del reflejo, piso la pared, y termino parado sobre el techo, que ahora era el piso para el. El reflejo lo siguió y terminaron enlazados en una doble parada, los filos de las katanas a centímetros de sus rostros.
Y Raukion vio los ojos vacíos de toda luz de su reflejo, y adivinó la verdad.
Empujo con fuerza; el reflejo retrocedió e intento repelerlo con un revés. Raukion evadió y comenzó a contraatacar con desdén, una lluvia de golpes veloces, pero cada uno mortal. El reflejo fue esquivando, parando y resintiendo cada ataque, pero era incapaz de contraatacar. Al noveno golpe, trabó con fuerza y la katana de Raukion voló por los aires. El reflejo retrocedió, en posición de ataque, y luego avanzo. Raukion retrocedió, desarmado, las manos a los costados, sonriendo inquietantemente.
El reflejo alzo la katana para dar el golpe mortal, y cargo. Raukión extendió su mano y un muro de fuerza invisible se alzo entre ambos bloqueando la carga. Con un rápido gesto, la katana restante se partió. Raukion dio puñetazos al aire, que curiosamente parecían afectar cada uno al reflejo como si hubieran contactado su cuerpo con la fuerza de un gigante. En el último gesto, Raukion extendió la diestra y aferro el cuello de su reflejo, y le quebró el espinazo.
-Armagest está muerto. Solo eres el hueco que dejaste en mi.
0 comentarios:
Publicar un comentario