La vida de Joy era una constante penuria, enfrascada en sus miserias cotidianas. Cortesana de la corte del emperador en Kalan, maestra de doce artes curativas y fabricante de pociones, era dueña de una singular belleza, un belleza que los jovenes de la vanguardía calificarían de "exotica". No pocas veces un hombre se le acercó, atraida por su figura, pero al conocerla y charlar rapidamente se desencantaban y se alejaban de ella, pretestando alguna excusa demasiado evidente.
Joy Valentina Diderot, a sus 23 años, esperaba aun un hombre al que pudiera amar sin enmascararse en una personalidad o una belleza que aun era la suya. Como toda mujer o hombre, le tocaron malos tiempos por vivir. Faltaban años aun para la guerra civil que derrocaría al emperador Phineas IV, pero las continuas guerrilas asolaban el pais. No le faltaron algún escarceo, algun amigo confundido en los pesares de la noche y la soledad, ni tampoco se puede desconocia por completo los placeres de la noche fria y el vino tibio y la sangre caliente. Pero de alguna manera misteriosa que siempre esta presente en toda hembra, conocia una ausencia en su pecho, que no se satisfacia con nada. Un filosofo de un mundo lejano decia que el amor es la busqueda de completitud, de la restauración de la separación arquetipica que habia convertido a El Hombre en macho y hembra.
Para cuando llegó el tiempo de la Mascarada, y las calles se llenaron de lluvia, perfumes y fiestas, ella silenciosamente se desgastaba de un amor a un joven espadachín de la guardia de corps. Julian Nasher D'Andrea, era su nombre, pero los poetas y los amigos lo llamaban Danval. Y Danval era poeta conocido también. Bajo sus rizos castaños y su rostro de marmol aqueo, Danval guardaba un poderoso cerebro y un brazo ágil y fuerte. Como Joy, no desconocía el amor, en particular de aquellas mujeres que como aves de paso surcaban su piel y su vida y sus dientes.
Un poeta sin sufrimientos de amor es menos poeta, se decia Joy, pero Danval (su Julían) rara vez le dirigia la palabra.
Esa noche, en la mascarada, Joy recurrió a sus últimos ahorros que su magro jornal de apotecaria le permitía, y pasó por la casa de su prima, una modista de renombre en los arrabales kalanites. Juntas diseñaron un escotado vestido de Mascarada, provisto de tantas argucias y trampas como una mujer experimentada conoce al vestir.
Esa noche, protegida bajo un falso rostro de papel mache, Joy se encontró con Danval, abrazado este del brazo de una morena celosa de ojos vidriosos. Resentida, Joy busco refugio en las esquinas que nadie visita, y en un umbral desojó vacía su pena, sin una lagríma.
No media hora despues, una fina pero persistente garúa aguó la fiesta, y un figura buscó refugió en el umbral. No era otro que Julián, Julián, mojado y triste como un gato hambriento. Tres nitidas lineas carmesí, paralelas, surcaban su mejilla, la marca de una mujer ofuscada. Joy embriagada de sorpresa y emoción, se dedicó a curarlo luego de la insulsa charla inicial.
Danval, lucido y sin haber probado mas vino que el vino de la desazón, le relató una imaginable historia de traición, celos y pasión no correspondida, de la que salía sospechosamente inocente. Demasiado sensata como para abrigar rechazo o sospecha, Joy terminó su cura y lo escuchó con total confianza. Apenas se conocían de nombre, pero esa noche Joy y Julian terminaron por confesarse los pesares de sus vidas solitarias y frugales.
Quizó el dios de los enamorados que esa noche Joy y Julian vieran juntos el amanecer. Pasada esa noche, la vida y la guerra los separó. Julian termino como comandante de los marciales en el sur, y murió entre guerras y espadas. Joy vivió largos años, terminó por enamorarse de un joven y talentoso mago que nunca terminó por confiar en ella.
Si hay una moraleja en esta historia, simplemente se me escapa. Es demasiado real para dedicarle un segundo pensamiento.Joy Valentina Diderot, a sus 23 años, esperaba aun un hombre al que pudiera amar sin enmascararse en una personalidad o una belleza que aun era la suya. Como toda mujer o hombre, le tocaron malos tiempos por vivir. Faltaban años aun para la guerra civil que derrocaría al emperador Phineas IV, pero las continuas guerrilas asolaban el pais. No le faltaron algún escarceo, algun amigo confundido en los pesares de la noche y la soledad, ni tampoco se puede desconocia por completo los placeres de la noche fria y el vino tibio y la sangre caliente. Pero de alguna manera misteriosa que siempre esta presente en toda hembra, conocia una ausencia en su pecho, que no se satisfacia con nada. Un filosofo de un mundo lejano decia que el amor es la busqueda de completitud, de la restauración de la separación arquetipica que habia convertido a El Hombre en macho y hembra.
Para cuando llegó el tiempo de la Mascarada, y las calles se llenaron de lluvia, perfumes y fiestas, ella silenciosamente se desgastaba de un amor a un joven espadachín de la guardia de corps. Julian Nasher D'Andrea, era su nombre, pero los poetas y los amigos lo llamaban Danval. Y Danval era poeta conocido también. Bajo sus rizos castaños y su rostro de marmol aqueo, Danval guardaba un poderoso cerebro y un brazo ágil y fuerte. Como Joy, no desconocía el amor, en particular de aquellas mujeres que como aves de paso surcaban su piel y su vida y sus dientes.
Un poeta sin sufrimientos de amor es menos poeta, se decia Joy, pero Danval (su Julían) rara vez le dirigia la palabra.
Esa noche, en la mascarada, Joy recurrió a sus últimos ahorros que su magro jornal de apotecaria le permitía, y pasó por la casa de su prima, una modista de renombre en los arrabales kalanites. Juntas diseñaron un escotado vestido de Mascarada, provisto de tantas argucias y trampas como una mujer experimentada conoce al vestir.
Esa noche, protegida bajo un falso rostro de papel mache, Joy se encontró con Danval, abrazado este del brazo de una morena celosa de ojos vidriosos. Resentida, Joy busco refugio en las esquinas que nadie visita, y en un umbral desojó vacía su pena, sin una lagríma.
No media hora despues, una fina pero persistente garúa aguó la fiesta, y un figura buscó refugió en el umbral. No era otro que Julián, Julián, mojado y triste como un gato hambriento. Tres nitidas lineas carmesí, paralelas, surcaban su mejilla, la marca de una mujer ofuscada. Joy embriagada de sorpresa y emoción, se dedicó a curarlo luego de la insulsa charla inicial.
Danval, lucido y sin haber probado mas vino que el vino de la desazón, le relató una imaginable historia de traición, celos y pasión no correspondida, de la que salía sospechosamente inocente. Demasiado sensata como para abrigar rechazo o sospecha, Joy terminó su cura y lo escuchó con total confianza. Apenas se conocían de nombre, pero esa noche Joy y Julian terminaron por confesarse los pesares de sus vidas solitarias y frugales.
Quizó el dios de los enamorados que esa noche Joy y Julian vieran juntos el amanecer. Pasada esa noche, la vida y la guerra los separó. Julian termino como comandante de los marciales en el sur, y murió entre guerras y espadas. Joy vivió largos años, terminó por enamorarse de un joven y talentoso mago que nunca terminó por confiar en ella.
-Extraido del diario de viajes de Edain, sirviente de la palma-
2 comentarios:
B-U-E-N-I-S-I-M-O
Me gustó mucho Li, congrats...
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