Todo aquel que haya viajado entre los planos durante el tiempo suficiente conoce la leyenda de una posada perdida entre los planos, posiblemente un semiplano en si misma. Una posada que aloja a los viajeros perdidos por las rutas del cosmos. Posada del fin de los mundos, bar del infierno, taberna de la escalera infinita... tiene tantos nombres como todo plano que se respete. Se dice que la posada es más accesible cuando suceden tormentas de realidad, alteraciones masivas en la estructura del universo.
Por lo tanto, no es demasiado raro que la posada este muy concurrida en estos días, porque afuera hay la tormenta de realidad más grande de la historia del multiverso. La posada es estrictamente infinita, como todo plano que se respete, y sin embargo cuesta encontrar un lugar para sentarse y las bebidas frescas escasean. Los que atienden la posada no recuerdan que esté tan concurrida desde que comenzó a existir, y algunos de ellos están allí desde antes del big bang....
Sea como sea, la tradición dice que en la posada del fin de los mundos la gente paga su consumición con historias; curiosamente, todos parecen hablar el mismo idioma, y todos se entienden. Megalreana, por otro lado, no siente demasiados deseos de contar historias, así que basta un gesto para que su compañero, Silthe Baramir, asienta, y comience a cantar una larga romanza donde relate las historias de ambos.
Detengámonos en el espectáculo de la pareja. Megalreana aparenta ser una criatura angélica, un elfa alta de piel dorada y metalizada. Sus ojos brillan como estrellas; de hecho, un astrofísico aceptaría que comparten todas las cualidades de las mismas, incluyendo la temperatura y la gravedad, excepto por su tamaño diminuto. Cuatro alas de plumas rosadas, de una textura sedosa y una fragancia indefinida, surgen de sus omoplatos. Megalreana viste una armadura de tonos rojizos, en un material que recuerda en partes iguales al metal y al cristal. Un examen más cercano rebelará que la armadura está directamente conectada a su esqueleto, del mismo material, y que en realidad es algo más parecido a un exoesqueleto. De todas maneras, como armadura no habría servido de gran cosa, porque resultaba evidente que dejaba ciertas partes del cuerpo muy expuestas, como la parte superior del pecho y la parte posterior de la espalda. Completaba la vestimenta una espada que aparentemente superaba en longitud no solo a la misma Megalreanna, sino a la mayoría de los parroquianos de la posada, incluyendo esos tres gigantes que jugaban a los dados con cubos horadricos. De todas maneras, solo por afán de completitud, deberíamos aclarar que el aspecto de Megalreanna es solamente una manifestación de su esencia personal, y para ella cambiar de aspecto es tan sencillo como para el winamp cambiar el skin o una mujer humana cambiar de humor; cosa de algunos milisegundos. (bueno, el skin probablemente sea un poco más lento)
Su pareja en ese momento, Silthe Baramir, estaba sentado junto a ella en un taburete descuidado. Su aspecto era... bueno, no tiene sentido que lo describa. Todos lo conocemos y realmente no es un personaje muy importante; de hecho, probablemente muera antes de que termine este capitulo. Silthe estaba terminando su historia de cómo se convirtió en un heraldo de Sirión, y lo escuchaban con total interés un rubio de ojos anaranjados y labios verdes, algo que parecía la cruza de un dodecaedro y una aspiradora de mano, y una langosta con bastón y bombín. Podríamos intercalar aquí la historia, que seguramente será del interés de los lectores, pero yo no estaba allí para escucharla y Megalreanna... bueno, realmente no le importaba en absoluto la cochina historia de Silthe, y estaba más interesada en tratar de identificar a un musculoso aasimar que seducía a una vampiresa. Estaba segura de haberlo visto en algún lado. En cuanto al testimonio de la rubia, el dodecaedro y la langosta, venían de planos materiales primarios diferentes al nuestro y me fue imposible conseguir su testimonio (aunque aparentemente la langosta tiene un papel en la historia muy popular en nuestro plano de un niño golem de madera que se polimorfiza en humano como regalo de las hadas).
Terminada la historia, Silthe hizo un gesto amenazador, y los tres espectadores se hicieron humo (no literalmente), dejando a la pareja disfrutar de una dosis mínima de intimidad. Mínima porque estaban en una mesita de cafe en una taberna superpoblada.
-Bueno. Abre fuego- inició el heraldo de Sirrión.
-¿Que?
-Abre fuego, tu sabes, bang bang... Bueno, olvídalo. Solo comienza.
-Comienzo... bueno, para ser rápidos, Sil, esto no va más.
-Empezamos mal, entonces. Seguro que eso iba al principio y no al final? Suena a una conclusión.
-No estoy de animo para chistes. Yo te dije al principio que esto no iba en serio y que solo era para pasar el tiempo. Y me parece que vos te estás engañando mal, y a mi ya se me está acabando la paciencia.
-Entonces, me dejas como un kobold.
-Te dejo como un kobold, eso mismo. Como un kobold castrado.
-Se supone que el humor retorcido lo tengo yo, no vos.
-No subestimes la capacidad de ironía de una ángel de la venganza.
-Ángel de mi soledad, dirás.
-No te hagas la victima, ahora. Tus trucos de vicario no funcionan conmigo. Bien la pasabas con esa amiguita súcubo esa.
-Mira, megi, con Shildirenn solo somos amigos. Nos conocemos desde hace mucho y nunca pasó nada serio entre nosotros.
-Anda a mentirle a un guardinal, silthe baramir. Vamos, que nos conocemos las mañas los dos.
En ese momento, un sonido similar a una marcha militar resonó bajo la mesita. Megalreanna hizo un gesto, y pareció concentrarse; luego comenzó a hablar sola, ante el gesto de fastidio de Silthe que aprovechó para ordenar un bloody mary doble a la moza naga reina que hacia equilibrio con una docena de bandejas.
-Hola, hola... si... esperá, decime donde estás y yo te llamo... bueno, esta bien, pero que sea rápido. Aha. Aha. Lo vi hace una par de años en sigil... ah, ya está alla... cómo?... No, no, no. Están todos locos... Ya se, ya se... Tengo opción?... Me parecía. Esto te va a costar las pelotas, fantasma. Si, si, si. Bueno, nos vemos entonces, y te vas a enterar... No, esta vez va a en serio. Bueno, ya deja de joder, nos vemos, chau.
-¿Quien era?
-¿Que te importa?
-Bueno, que mal humor, mi amor. Deberías reconstruir tu organismo y desactivar tus ciclos menstruales.
-Ni soy tu amor, y no menstruó desde hace sesenta años.
-Bueno, pero quien era?
-Mira, era un amigo del material primario.
-Cual?
-Kraad?
-Kraad? Mira vos. Creí que ya se habían matado todos entre ellos.
-No, aparentemente, pero no puedo asegurarte nada porque hablé con un fantasma.
-Si? Los amantes que tuviste, querida...
-Es un amigo, ya te dije. Zeldon Naer, y ya era un héroe cuando vos te cogían en tus orgías con orcos y encima te contagiabas de sífilis.
-Y eso que era paladín entonces. Que le vamos a hacer, cuando uno es joven es así.
-(gruñido)
-Bueno -Silthe encendió un cigarrillo- Y ese fantasma, que tal es en la cama?
-Mejor que vos, seguro. Lo voy a comprobar cuando vuelva a Kraad.
-¿Me estás tratando de dar celos?
-No necesito recurrir a artimañas tan bajas.
-Me alegro, querida. -Silthe se levantó- En fin, tú ganas. Sos libre. Sabes mi dirección, para cuando te hartes de amores baratos y al rato me llamas.
-Si estás tratando de salvar algo de dignidad, conmigo vas muerto. -sonrío Megalreana.
-Me parece bien. Nos estamos viendo, Megi.
-Cuídate, desgraciado.
Al salir de la taberna, Silthe escupió el cigarrillo, se subió las solapas de impermeable para protegerse del viento helado, y dijo.
-Cuídate tú, perra de mierda. Porque lo vas a necesitar...
1 comentarios:
HAHAHAHAHAHAHA!!! Que coche el chabon este! HAHAHA!
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