domingo, noviembre 25, 2012
jueves, noviembre 08, 2012
XXXVII:Non sequitur 3:09 a. m.
Casandra abrió los ojos. Borrosamente, reconoció el rostro
de Tharloff.
-Tuviste suerte? -preguntó el Drakking.
-No. Creo que no. Armand y Pirotesh... -trató de decir, pero
solo salieron algunos balbuceos sin sentido.
-Estas muy débil- comentó Charizar. -Necesitas curarte. Creo
que te esforzaste demasiado.
-Puedes causarte daño en el cerebro sobreexigiendote tanto,
Cassy. Cerro los ojos, tomo la mano de Tharloff y sollozó suavemente.
Charizar la alzó en sus brazos, y caminaron por los
jardines. No tardaron en encontrar una pequeña cabaña deshabitada. Dejaron a
Casandra en el camastro. La mujer lloraba despacio, pero pronto se calmó y cerró
los ojos. Tharloff encendió el fuego en una chimenea. No hacia frio realmente,
pero le gustaba el fuego. A Charizar también, tal como lo recordaba.
-Chaz. Nos sentemos. Creo que permaneceremos un rato largo
aqui, y nos merecemos una charla.
Charizar se acomodó en una reposera desvencijada, que sin
embargo aguantó su peso. Su ala había sanado gracias a Casandra, pero aun la
movia con lentitud
-No tengo nada que contar, Tharlf. Las razones eran simples.
Venganza y Protección.
-Si, entiendo la parte de la venganza. Grana nunca me contó
los detalles.
-Yo tampoco voy a hacerlo.
-Vamos. Es historia vieja.
-Tharloff. Te respetó, casi el único humano que se merece
ese honor. Hemos peleado juntos, con Hitamo, con Valaureanna, contra Bolt,
contra el lich de Rugert d'Noir. Pero nunca voy a perdonarte que te hayas
asociado con esa dracocida.
-Vamos. Es la vida...
- Y no, no es una historia vieja- interrumpió Charizar- Veinte
años es muy poco tiempo, para nosotros. Los dragones recordamos. Pensamos
con la sangre. Esa enana saqueó nuestro
tesoro, mató a mis crias, mató a mi madre.
-Tu mataste a su maestra.
-Era mi obligación. Es la ley de los dragones. Mande a mi
hembra a detenerla, a capturarla viva. Fue un error.
-Tiamat sola contra Ulinisina? Si, claro que fue un error.
Charizar gruñó.
-No estaba sola.
-Si, claro, Koyras. Los paladines lo acabaron. Bueno, Yahoo,
porque Yahim no llegó a contar el cuento.
-¿Cual es el sentido de esta conversación, Tharloff? Grana
yace muerta en los restos del Gomerghast. Su alma será castigada en algún plano
infernal, como la mía cuando muera.
-No te faltó mucho en la caldera.
Hubo un largo silencio. Tharloff aprovecho para rebuscar en
una alacena bastante bien provista. ¿Quien puede comer aqui, se dijo? ¿Quien
vive en esta cabaña? No habia signos de lenguaje escrito, pero la forma de los
envases y el contenido -mijo, cerveza, charque, trigo- le recordaba a su
infancia en el pais drakking.
-¿Enor dijo que no fue nada personal, a que se refería?
-No lo sé. -respondió el dragón -Enor fue quien la mato.
Simplemente el golpe de gracia. Apareció de repente en la caldera, atravesando
la pared.
Tharloff escupió.
-O sea que fue mi culpa. Yo lo envié ahí con la patada del
pozo. Me olvide que no estábamos sobre tierra.
-Entonces me salvaste. Grana estaba punto de darme el golpe
final.
-Fue un escenario complicado- Admitió Tharloff. -Además, tú
me salvaste cuando Enor estaba a punto de matarme. Los slayers perdieron sus
dos figuras principales en esa pelea.
Charizar no dijo nada. Tharloff se sirvió cerveza en una
jarra de barro cocido y la tomó en silencio.
-Enor vive. -anunció Charizar.
-Lo sé. Lo saque afuera con el céfiro. eso no puede haberlo
matado. No le había hecho tanto daño.
-Puede haber usado las botas para teleportarse.
-Si, no me extrañaría que haya vuelto a Kraad. O que nos esté
esperando en el centro del Jardin, convertido en el nuevo Destino.
-No, no lo creo. El estuvo allí, esa vez. Magetrain, Amelia,
Enor, Kappa. Mataron al Destino, Tharl. Sabes lo que debe haber sido vivir eso?
Tharloff recordó el rostro de Enor, arrojando con desdén
Terminal Blade. "Yo mate al Destino, Ulurund".
-Porque? Porque inicio todo esto? Porque intentaron
detenernos?
Charizar se levanto, atontado. Casandra había sanado sus
heridas, pero eso era todo.
-Es complicado. Yo actué por venganza. Enor sabia como
manejarme, y mencionó a Grana. Fue suficiente para mí.
-¿Y ahora que lo tienes, estas satisfecho? - Tharloff estaba
irritado.
-No. Por primera vez en muchas décadas, Tharloff, no siento emoción
alguna. Este maldito lugar me está afectando.
Casandra dormía en el camastro, con una respiración suave y
rítmica
-Salgamos y dejemosla dormir. -comentó Charizar.
Afuera, Tharloff notó que el jardin, aunque no tenía ninguna
fuente de luz visible, parecía iluminado por un resplandor de luna,
monocromatico, que lo teñía todo de un estremecedor tono gris. Pero Charizar estaba
en lo correcto. En ese lugar había una paz extraña. Aunque esa no era la
palabra más apropiada. Era algo más bien similar a la resignación. Al silencio.
Al olvido.
Charizar extendió sus poderosas alas y volvió a su forma
dragonil. Aunque estaba curado, sus escamas todavía no se habian soldado. Tharloff
notó que su ojo derecho estaba reventando, aunque eso no era así en su forma
dracohumana.
-Vine por venganza -comenzó Charizar, mirando al cielo sin
estrellas- pero no había tomado realmente una postura. He visto la decadencia
de nuestra edad. Vaya que los dragones sabemos lo que es la decadencia. Alguna
vez formamos parte de los dioses mismos, hasta que nuestro orgullo fue
castigado. Hoy somos una pálida sombra de lo que fuimos. Pero toda la
decadencia se acelera cada dia que pasa. Y no es solo nosotros, Tharl. Hemos
visto el imperio queuriano surgir orgulloso, atravesar crisis, guerras civiles,
interregnos caóticos, pestes, invasiones orcas. Pero hoy solo es una sombra
humeante. Enor destruyó su espíritu.
-También Kalan, Goan, Xenoria - admitió Tharloff- Sus
espiritus estan quebrados. Goan ha perdido la fe gracias a Marak, Kalan es un
sitio lúgubre, gracias a Pirotess y sus dos compinches. Xenoria es un país
dividido, pobre, humeante, gracias a Enor y Ander Bolt.
-Has sufrido el gran invierno?
-Muy poco. He estado entrenando.
-Yo si. Nosotros no nos preocupamos por el frio, pensé. Pero las
tormentas, las inundaciones... los glaciares destruyeron varias cuevas, y todo
fue peor. Las grandes inundaciones en el desierto... mas de la mitad de los
dragones azules han perdido sus fortunas. Sabes lo que significa para un dragón
perder la fortuna? El castigo de los dioses es cruento, es una locura que
consume y te controla, y te quita todo pensamiento racional; eres pura furia,
pura codicia. Es extraño que piense esto ahora; allá abajo las cosas eran
diferentes.
Tharloff se quedó meditando, calculando cuanto karma podía
generar en la mejor de las condiciones.
-Enor sabía todo esto. Sabia a donde íbamos sin destino. Sabía
que el esplendor de su imperio era un espejismo, una excepción que confirmaba
la regla, un golpe a ciegas contra la entropía inexorable.
-Hablas como un filosofo últimamente. -Tharloff se estaba
poniendo de mal humor. Miro por la ventana de la cabaña hacia el camastro.
-Enor lo sabía. Sabía que era culpa de sus actos, de la
vacante de Moriae. ¿Y sabes qué? No le importó. Su convicción era más fuerte.
Enor, ahora lo entiendo, entendía que el Destino es una limitación a nuestra
libertad. El era un Eleutero, estaba libre de las ataduras del Destino, pero no
le interesaba su propio camino. Creo que quería no solo él ser Libre, sino que
todos nosotros lo fuéramos también.
-Que bondadoso.
-Sé que lo odias como yo odio a Grana. No importa. Enor
siempre obtuvo lo que se proponía. Hay algo que Enor me explicó, hace un
tiempo, en Tera. Cuando él nació, hubo una profecía de un tal Asinkroth, preveía
que cuatro subirían a combatir al Destino, que lo matarían, pero también que
uno lo reemplazaría. Y no fue así. Estaba profetizado que nunca habría un nuevo
Gran Thain, pero Enor lo consiguió. Y no fue por suerte. Cada una de sus
batallas la ganó por una necesidad histórica; por tener el ejercito mejor
entrenado, los soldados más fuertes, la mejor posición en el terreno, las
mejores armas.
Tharloff estudió las escamas del costado derecho a Tharloff,
y encontró lo que buscaba.
-Enor sabía que el mundo iba a morir sin un Destino, pero prefería
que el mundo muriera libre que esclavizado por una necesidad narrativa, por la
continua necesidad de dividir el mundo en Bien y Mal, en angeles y demonios.
Enor odiaba los finales felices; los golpes de efectos, los dioses que
intervienen a último momento para solucionar todo, castigar a los malvados y
recompensar a los virtuosos. Odiaba la idea del hubris que siempre es
castigado. Quería que los malos ganen, si hacían las cosas correctamente.
-¿Realmente dio un discurso tan largo?
-No. Nada de lo que estoy contando se habló. Es como que lo
estuviera inventando ahora, o mejor, como si lo tuviera guardado desde hace
tiempo.
-¿Y todos ustedes lo siguieron por eso?
-No, no. Todos queriamos venganza, o sabotear el proyecto
desde el comienzo como Pirotess. Y creo que Enor lo sabía, y no le importaba.
Iba a usarnos para sus fines. Quería una distracción, ahora lo entiendo, para
seguir el mismo otro plan. ¿Cual era? No lo sé. Él no confiaba en nadie.
Tharloff recordó la mujer que había intentando matarlo estúpidamente
en el Gormeghast. Se miro las muñecas, buscando las cicatrices de sus garras.
No habia nada ahi. Su regeneración había eliminado las huellas, como tantas
otras. ¿También ella buscaba venganza? No. Lo suyo era lealtad.
-Eso es lo que Enor pensaba, creo yo. Y sabes que- Charizar
torció su largo cuello hacia Tharloff, y exhaló una bocanada de fuego
electrificado. -Todo eso no vale una mierda.
El bárbaro asintió en silencio.
-Si el mundo se muere, la libertad no sirve para nada.
Prefiero un dragón esclavizado y vivo, que uno libre y muerto. Ahora que ya no
me ata mi venganza, puedo ver con claridad de qué lado de la línea estoy yo.
Estoy de tu lado, Tharloff. Hemos sangrado juntos antes, y ahora lo haremos de
nuevo.
Tharloff conectó la velocidad de la Oscuridad y apoyó su
mano justo sobre la escama corazón de Charizar; canalizó su karma de una Lanza Apotegma,
pero la dejó retenida en punta de sus dedos. El mas mínimo movimiento y atravesaría
el corazón del dragón en un milisegundo al liberarla.
Armand no la hubiera retenido. Pero él no era Armand.
Necesitaba estar seguro.
-Mierda. No sé quién eres, pero sé que no eres Charizar.
El dragón tardo unos segundos en entender la gravedad de la
situación, pero reaccionó mas bien con fastidio.
-¿Quién crees que soy? ¿Enor polimorfizado?
-Ah si, seria algo divertido. No. Te conozco bien, Char. Tu
no hablas así. Enor tampoco.
Charizar se quedo callado, como si el también dudara de si
mismo.
-Aprendí a ver el karma a los quince años. ¿Crees que no me
di cuenta que el ki de Casandra es diferente? ¿Que desapareció tan pronto como
salimos de la cabaña? Tu karma parece consistente, es cierto, pero no sería la
primera vez que veo ese truco.
-Tienes razón. Casandra no está ya. Su aroma se ha
desvanecido.
-Porque estamos en una maldita ilusión, y tu también eres parte de eso. El verdadero
Charizar, bueno, costaba sacarle diez palabras seguidas. Hoy hablaste como un
maldito elfo.
-Sí, me siento extraño, no sé porqué hablé tanto. Pero soy
yo, Tharloff. No soy una ilusión. Casandra quizás, pero yo no.
-¿Que diría una ilusión?
El dragón carcajeo. Sonaba falsa.
-Lo mismo que yo. No sé que me sucede, ciertamente no me siento
como siempre. Pero sigo siendo yo. No soy una ilusión.
Tharloff sintió crecer el dolor en el brazo. No iba a poder
mantener la lanza contenida mucho tiempo más.
-Hay otra posibilidad. Que el Destino no esté muerto. O no
muerto del todo. Que haya un fantasma del Destino y que te haya poseído.
Charizar se quedó callado, meditando. Pero aun contraía con
fuerza los músculos del pecho. Tharloff pensó que existía la posibilidad de que
sobreviviera la lanza. Sobre todo si no estaba sobre la escama corazón; ahora
lo dudaba.
Finalmente: -¿Tharloff, porque viniste? Tu también quieres convertirte
en el Destino.
-No. No. No. Gracias. Estoy bien como estoy.
-Sin un Destino nuestro mundo morirá. Para siempre.
-Charizar bajo la cabeza y abrió las fauces amenazadoramente.
-Sí. Eventualmente. Como todos - y liberó la lanza.
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Cuentos de Kraad
lunes, noviembre 05, 2012
XXXVI: Acta est fabula 3:21 a. m.
-Vaya, vaya. Esto no lo esperaba.
Raukion abrió los ojos. El techo estaba lleno de decorados. Se puso de pie sin usar sus manos, e instintivamente tomo su espada. Solo que su espada no estaba. Un rápido paneo le reveló que estaba en una habitación goana muy lujosa. En el centro había un trono dorado, montado sobre una plataforma cubierta de almohadones. Alrededor del trono habia bellas huries. Sobre el trono, un hombre enmascarado, vestido como rico burgués kalanite.
-Un kensai desarmado es tan poderoso como karmigero sin karma.
El enmascarado desprendió la paste posterior de su máscara, revelando unos labios leprosos y lastimados. Sin embargo, debió haber sido una ilusión óptica causada por la deficiente iluminación, porque al examinar nuevamente Raukion vio que sus labios eran masculinos y perfectos. Mordió una fruta que una de las huríes le deposito en la boca.
-Quien eres?
-Soy la muerte enmascarada. La canción del final. El flautista en las puertas del amanecer. El recolector de desgracias. El mensajero enigmático. El ajedrecista ciego. Soy la cosa del umbral. El sabueso que sisea en los ángulos del tiempo. La verdad paradójica que no esperabas. Soy pan, soy paz, soy mas. Soy Lamuel, uno y todos ellos. Bienvenido.
-Soy Raukion, y ahora soy nadie.
-Eso eres. Nadie- le susurro al oído Lamuel. Raukion intentó una toma de kenjutsu, pero sus manos solo aferraron una túnica vacía.
La mascará de Lamuel flotaba en el aire. Sus ojos brillaban en la penumbra, como velas recién encendidas.
-Estamos en el principio de todo, Raukion. Donde comienza el universo, cada mañana cuando sale el sol, y despiertas. Donde termina el Soñar, la Rosa de los cielos.
Raukión miro sus manos. No, no eran sus verdaderas manos, sino una imitación bastante adecuada.
-Esto no es real, verdad?
La Mascara de Lamuel ahora ocupaba todo el horizonte. No había nada mas, con Raukion flotando sobre ella, como si fuera una luna orbitando un planeta.
-Nada es real. Solo la Voluntad.
Raukion cerro la mano y la adelanto, y aunque la Mascará estaba a cientos de kilómetros de distancia, y la aferro, y tiro de ella.
Detrás había un rostro podrido y deteriorado. Un gusano salía de las cuencas oculares. Los dientes podridos se adivinaban atrás de los labios que se caían a pedazos. Las mejillas estaban perforadas, hendientes. Una resto gelatinoso de masa encefálica salía por el hueco donde estuvo la nariz.
-Estás muerto por dentro. -sentenció Raukion.
El vals inundó la habitación. Raukion vestía como un maestro de caza élfico, aunque estaba desubicado en una habitación llena de nobles Xenorianos. Conocía a algunos. Lady Amelia Valjean, en su vestido azul de corte LesDanton. La electora de Anna Weirstrauss, embarazada y del brazo de su esposo, el duque Hort Clausen. El anciano Iand Silverhand, de elegante frac negro, apoyado en su musculoso escudero y en su bastón terminado en una mano plateada. El vals era la Alegre Canción, el mas clásico de los valses de Brixton Gate.
Lamuel se acercó. Iba de chaquetón rojo y azul, demasiado pomposo para la ocasión.
-¿Disfrutas de la fiesta, mi manco amigo?
Raukion noto que efectivamente, su mano derecha faltaba. En su lugar una mano de madera viva, un reemplazo usual entre los elfos sindars.
-He visto mejores- admitió Raukion. -Hay muchas damas, veo, algunas interesantes.
-Siempre las hay. Es el baile del fin del mundo, nadie puede faltar.
-Todos están muertos aquí también?
-Muertos? No, no. Algunos, si. La mayoría. Otros se escaparon, como yo.
Un sirviente les sirvió champagne. Raukion bebió la suya torpemente, con su mano izquierda.
-Vas a interpretar alguna pieza, Lamuel?
-Tal vez luego - Lamuel se encogió de hombros- Ahora prefiero bailar. Alguien tendrá que caer en mis encantos.
-El que baila la alegre canción encuentra el amor verdadero - recordó en voz alta Raukion.
-Cuentos de viejas. Además, todas las noches encuentro algún amor verdadero.
-Yo no- admitió Raukion. Se sirvió un pequeño bocado de copetín de una de las bandejas que pasaban. Era una masa dulce con ciervo especiado, demasiado crudo para su gusto élfico.
-Creo que le echado el ojo a esa señorita de la esquina - Señalo Lamuel con el bastón, disimuladamente.
Era una joven xenoriana, con un vestido que dejaba claramente su condición de baronesa. Era de percal verde, cuidadosamente aseado. Sus joyas eran baratas y poco refinadas.
-La baronesa de Wild?
-Así es. Muero por ella.
-Oí que ella fue la murió por ti- Raukion bebió mas champagne. Dioses, era deliciosa. No había cosas así en el Harmonio. Lamuel hizo un chasquido de desagrado.
-Todo el mundo se termina muriendo, alguna vez. Que querés que haga?
-A mi no me preguntes. No soy la persona indicada para enseñarte romanticismo. La vida es demasiado corta para entender a las mujeres.
-Y eso lo dice un elfo, que risa- comentó amargado el enmascarado. -Hazme un favor, quieres? Ayúdame con la baronesa, puedes seducir a su amiga?
Efectivamente, Jade Wild estaba acompañada de otra dama, mucho más alta y fornida. Era de cabello rubio, trenzado, indudablemente con sangre drakking. El vestido Champolion que llevaba estaba a punto de estallar por sus amplios hombros y escote.
-Esa mujer… no es de por aquí. - se maravilló Raukion.
-No, da la casualidad que es mi ex esposa.
En ese momento, un alto paladín con uniforme de gala le tomo la mano a la mujer rubia y se la llevo aparte.
-Vaya, parece que ese caballero te leyó el pensamiento y te dio una mano.
-No me lo recuerdes. Se puede quedar con ella. Yo vine aquí a redimirme.
Lamuel apuró su copa, y luego se quitó la máscara. Bajo ella, su rostro era el de un hombre de edad madura, pero aun atractivo y varonil. Las primeras canas empezaban a salirle en las sienes, pero no había arrugas en su seño fruncido.
-Deséame suerte
-Suerte- Raukion le palmeó la espada.
Con paso decidido, Lamuel se acerco a la joven, y comenzaron a charlar; una reverencia y un beso en la mano hicieron que la doncella se sonroje. Raukion recibió otra copa, esta vez de vino feltiano. Sonrió satisfecho porque las cosas parecían marchar bien.
Una mano femenina le acarició el hombro.
-¿Debo seguir esperando que me invites a danzar esta pieza?
El elfo se volteo. Tras ella había una dama de belleza deslumbrante, cabellos castaños y enormes ojos cafés que parecían mirarte al fondo del alma.
-Milady Casandra, será el más grande placer que haya vivido - se arrodillo y le beso la mano.
-Su galantería me deslumbra, milord.
Danzaron en silencio el Vals de la luna de Plata, mirándose a los ojos.
-Tu estas aquí de verdad? - le preguntó Raukión
-No. Ni tu tampoco, Raukion. Esto es una ilusión consensuada, creada por el poder residual del Destino. Tu y Lamuel la están creando al mismo tiempo. Yo me quede en la entrada; por alguna razón no puedo avanzar. Sospecho que no soy uno de los libres.
-No sé de qué me está hablando.
-No, es que parte de ti mismo está en tu personaje en esta ilusión. Pero no importa, el Raukión que esta tras de ti y te controla puede oírme. Así que solo escúchame y finge que no entiendes.
-No estoy fingiendo. De hecho, ahora me siento bastante incomodo.
-Raukion, concéntrate. No se cómo llegó Lamuel aquí, pero creo que de alguna manera nos ha estado manipulando desde el principio. El estuvo aquí antes, y lo derrotaron. Quiere convertirse en el Destino. Conoce este lugar mejor que todos nosotros. Ha pasado los últimos ochenta años planeando volver, adquiriendo poder y habilidad para controlar este lugar.
-Lamuel hizo todo esto? Es bueno con las ilusiones, pero…
-No lo conoces. Crees que si, es parte de este escenario. No importa. Tienes que derrotarlo, Raukion. No te conozco, no sé porque estabas del lado de Pirotesh y Enor, pero no parece que seas una mala persona. Pero Lamuel…
-No voy a consentir que hable mal de un amigo. Quiere una copa a la luz de la luna, milady.
Salieron afuera. Raukion se las arreglo para capturar una botella de vino endomonico y se sentaron en una de las escalinatas.
Casandra bebió un trago de la botella, y se lo paso. Raukion encontró el gesto encantador, pero quizá era el alcohol.
-No es difícil entrar en tu mente, para ser un elfo. Has pasado mucho tiempo entre humanos, Raukion.
-Me crié entre humanos. Mi padre me entrego a la familia imperial para cerrar un pacto de no agresión con nuestras ciudades.
-Eso explica muchas cosas. Que uses katana, por ejemplo. -Casandra soltó una risa tonta.
-También tú te estás embriagando -
-Es que esta ilusión es muy poderosa, aun para mí. Déjame concentrarme - Casandra se llevo las manos a la frente y se masajeó las sienes. Raukion se acercó y le acarició la nuca.
-No, no. Raukion, escúchame. Tienes que derrotar a Lamuel.
-Que es lo que quieres? Que le arroje un guante a la cara y lo reté a un duelo.
-Podría funcionar. Pero necesitas un motivo.
-Como qué? Que por ejemplo, ambos pretendamos a una misma mujer?
-Si, podría funcionar. Si seduzco a Lamuel, quizás…
Raukion frunció el seño, molesto por las implicancias del comentario.
-No funcionará. Lamuel no es esa clase de persona. Puedes preguntárselo a Altione.
-¿Quien?
-El paladín albino, el que saco a bailar a su ex esposa en el salón.
-No, no es así, tenemos que encontrar una manera- Casandra acarició distraídamente el pecho de Raukion. Desprendió un botón de la camisa. Raukión se inclinó sobre ella.
La banda dejo de tocar. El gran reloj de péndulo que dominaba la sala de baile comenzó lentamente a sentenciar sus campanadas. Cada persona contaba en silencio el estruendo. A la séptima campanada, hubo un murmullo, y un grito. Los ojos de todos los concurrentes se orientaron a su fuente. Una dama se había desmayado, y junto a ellas, una enigmática figura enmascarada, que de alguna manera a nadie había llamado la atención previamente. Un rumor se expandió por la sala, creciente con cada campana, un rumor de desaprobación sorpresa, pero también de espanto, horror y repugnancia. La figura estaba cubierta de pies a cabeza de una mortaja sanguiñolienta, a la usanza goana. Manchas negras de sangre seca le resaltaban el pecho, donde había un agujero profundo que lo atravesaba de lado a lado. Su rostro estaba cubierto por una máscara.
Lamuel, que abrazaba entonces a la joven Jade, desvió también su mirada. Cuando sus ojos cayeron sobre la figura (que ahora, en un movimiento lento y solemne, cruzaba la sala hacia él) se convulsionó en un primer momento en un estremecimiento de terror o disgusto, pero rápidamente su rostro enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve a usurpar mi mascara?¿Quien se atreve a insultarme con esta burla blasfema?
Con la última campanada, no había nadie más que ellos dos en toda la sala. Lamuel sacó un cetro de fuego de sus ropajes y apunto hacia la figura embozada; un bólido incendiario salió disparado. La figura extendió sus manos; un viento helado apago el bólido en el aire. Los cientos de candelabros que iluminaban la sala se apagaron. Solo la luna, que entraba por los ventanales, iluminaba la escena.
En la penumbra, Lamuel redescubrió el miedo.
La figura no contesto. El cetro se deshizo en polvo en sus manos.
Despacio, camino hasta la figura, puso sus dedos sobre el borde de su máscara.
-Lamuel- advirtió Raukion, que entraba a la sala en ese momento acompañado de Casandra. Ella se cubría con un mantel, y Raukion estaba desnudo de la cintura para arriba.
Lamuel sollozó mirando a su amigo, pero no bajo su mano. Acariciaba el borde de la máscara.
-Que es esto, Raukion, no lo sé. Detenlo, por favor.
Raukion se quedo en silencio. Casandra se dio vuelta y salió por la entrada principal en silencio. El elfo camino hasta ellos. Puso su mano sobre el costado de la figura.
-El corazón no le late.
Lamuel se mordió los labios. Su rostro era ahora el de un anciano, lleno de profundos surcos, con manchas de la piel. Su cabello cano y pajizo se derramaba por las mejillas.
-Una bruja me maldijo una vez. Me maldijo con vida. Una vida de sufrimiento, de desgracia. Una larga vida.
Lamuel respiró, cerró los ojos y le quitó la máscara.
Raukión salió al balcón, suspirando. Casandra ya no estaba. Abajo, se podía ver la campiña xenoriana, iluminada a la luz de la luna. Las torres de la barbacana del castillo, de granito y piedra resaltaba contra el bosque en el horizonte. No había ninguna luz, ninguna señal de actividad humana.
El horizonte se hundió. Las estrellas comenzaron a apagarse. Los arboles del bosque cercano comenzaron a disolverse, uno por uno. El cielo nocturno se derretía. La luna titilo dos veces y se apago. La barbacana se desarmo en cientos de bloques de piedra que se precipitaron hacia abajo. Él mismo balcón se contrajo y derrumbo cayendo hacia la nada.
Raukión se encontró flotando, contemplando hacia el abismo. Y el abismo también lo miraba.
-Armagest. - saludó Raukion con una sonrisa. La sonrisa con la que uno recibe a un viejo amigo.
No hubo respuesta.
Raukion se dio la vuelta y camino por un pasillo de loza blancas y negras. Ahora vestía todo de negro, con los cabellos recogidos con joyería plateada. Su katana estaba en su mano, rezumando sangre por los bordes del metal. El corredor terminaba en un terrible espejo. Su imagen era, sin embargo, diferente. Sus ojos eran totalmente negros.
Raukion sonrió fieramente. El reflejo le devolvió la sonrisa, y de un feroz katanazo partió el vidrio que los separaba en un mil pedazos. Rápidamente Raukion se puso en guardia y desvió el siguiente ataque. Contraataco a su reflejo con ferocidad, sin éxito. Se contorsionó salvajemente para esquivar el siguiente mandoble, que paso a centímetros de su nariz. Cayo al suelo de espaldas y en el mismo gesto rodó hacia atrás, con un corte frontal directo de espaldas. El reflejo paro y finto, y volvió a atacar. Raukion paro con el mango de su katana y lo empujo con el hombro. El reflejo perdió el equilibrio, choco con la pared del pasillo y la piso lateralmente; comenzó a caminar por la pared, como si la gravedad hubiera girado noventa gados. Raukion maldijo en queuriano y paro dos mandobles expertos con dificultad. Retrocedió dos, tres pasos, finto, paso por debajo del reflejo, piso la pared, y termino parado sobre el techo, que ahora era el piso para el. El reflejo lo siguió y terminaron enlazados en una doble parada, los filos de las katanas a centímetros de sus rostros.
Y Raukion vio los ojos vacíos de toda luz de su reflejo, y adivinó la verdad.
Empujo con fuerza; el reflejo retrocedió e intento repelerlo con un revés. Raukion evadió y comenzó a contraatacar con desdén, una lluvia de golpes veloces, pero cada uno mortal. El reflejo fue esquivando, parando y resintiendo cada ataque, pero era incapaz de contraatacar. Al noveno golpe, trabó con fuerza y la katana de Raukion voló por los aires. El reflejo retrocedió, en posición de ataque, y luego avanzo. Raukion retrocedió, desarmado, las manos a los costados, sonriendo inquietantemente.
El reflejo alzo la katana para dar el golpe mortal, y cargo. Raukión extendió su mano y un muro de fuerza invisible se alzo entre ambos bloqueando la carga. Con un rápido gesto, la katana restante se partió. Raukion dio puñetazos al aire, que curiosamente parecían afectar cada uno al reflejo como si hubieran contactado su cuerpo con la fuerza de un gigante. En el último gesto, Raukion extendió la diestra y aferro el cuello de su reflejo, y le quebró el espinazo.
-Armagest está muerto. Solo eres el hueco que dejaste en mi.
Raukion abrió los ojos. El techo estaba lleno de decorados. Se puso de pie sin usar sus manos, e instintivamente tomo su espada. Solo que su espada no estaba. Un rápido paneo le reveló que estaba en una habitación goana muy lujosa. En el centro había un trono dorado, montado sobre una plataforma cubierta de almohadones. Alrededor del trono habia bellas huries. Sobre el trono, un hombre enmascarado, vestido como rico burgués kalanite.
-Un kensai desarmado es tan poderoso como karmigero sin karma.
El enmascarado desprendió la paste posterior de su máscara, revelando unos labios leprosos y lastimados. Sin embargo, debió haber sido una ilusión óptica causada por la deficiente iluminación, porque al examinar nuevamente Raukion vio que sus labios eran masculinos y perfectos. Mordió una fruta que una de las huríes le deposito en la boca.
-Quien eres?
-Soy la muerte enmascarada. La canción del final. El flautista en las puertas del amanecer. El recolector de desgracias. El mensajero enigmático. El ajedrecista ciego. Soy la cosa del umbral. El sabueso que sisea en los ángulos del tiempo. La verdad paradójica que no esperabas. Soy pan, soy paz, soy mas. Soy Lamuel, uno y todos ellos. Bienvenido.
-Soy Raukion, y ahora soy nadie.
-Eso eres. Nadie- le susurro al oído Lamuel. Raukion intentó una toma de kenjutsu, pero sus manos solo aferraron una túnica vacía.
La mascará de Lamuel flotaba en el aire. Sus ojos brillaban en la penumbra, como velas recién encendidas.
-Estamos en el principio de todo, Raukion. Donde comienza el universo, cada mañana cuando sale el sol, y despiertas. Donde termina el Soñar, la Rosa de los cielos.
Raukión miro sus manos. No, no eran sus verdaderas manos, sino una imitación bastante adecuada.
-Esto no es real, verdad?
La Mascara de Lamuel ahora ocupaba todo el horizonte. No había nada mas, con Raukion flotando sobre ella, como si fuera una luna orbitando un planeta.
-Nada es real. Solo la Voluntad.
Raukion cerro la mano y la adelanto, y aunque la Mascará estaba a cientos de kilómetros de distancia, y la aferro, y tiro de ella.
Detrás había un rostro podrido y deteriorado. Un gusano salía de las cuencas oculares. Los dientes podridos se adivinaban atrás de los labios que se caían a pedazos. Las mejillas estaban perforadas, hendientes. Una resto gelatinoso de masa encefálica salía por el hueco donde estuvo la nariz.
-Estás muerto por dentro. -sentenció Raukion.
El vals inundó la habitación. Raukion vestía como un maestro de caza élfico, aunque estaba desubicado en una habitación llena de nobles Xenorianos. Conocía a algunos. Lady Amelia Valjean, en su vestido azul de corte LesDanton. La electora de Anna Weirstrauss, embarazada y del brazo de su esposo, el duque Hort Clausen. El anciano Iand Silverhand, de elegante frac negro, apoyado en su musculoso escudero y en su bastón terminado en una mano plateada. El vals era la Alegre Canción, el mas clásico de los valses de Brixton Gate.
Lamuel se acercó. Iba de chaquetón rojo y azul, demasiado pomposo para la ocasión.
-¿Disfrutas de la fiesta, mi manco amigo?
Raukion noto que efectivamente, su mano derecha faltaba. En su lugar una mano de madera viva, un reemplazo usual entre los elfos sindars.
-He visto mejores- admitió Raukion. -Hay muchas damas, veo, algunas interesantes.
-Siempre las hay. Es el baile del fin del mundo, nadie puede faltar.
-Todos están muertos aquí también?
-Muertos? No, no. Algunos, si. La mayoría. Otros se escaparon, como yo.
Un sirviente les sirvió champagne. Raukion bebió la suya torpemente, con su mano izquierda.
-Vas a interpretar alguna pieza, Lamuel?
-Tal vez luego - Lamuel se encogió de hombros- Ahora prefiero bailar. Alguien tendrá que caer en mis encantos.
-El que baila la alegre canción encuentra el amor verdadero - recordó en voz alta Raukion.
-Cuentos de viejas. Además, todas las noches encuentro algún amor verdadero.
-Yo no- admitió Raukion. Se sirvió un pequeño bocado de copetín de una de las bandejas que pasaban. Era una masa dulce con ciervo especiado, demasiado crudo para su gusto élfico.
-Creo que le echado el ojo a esa señorita de la esquina - Señalo Lamuel con el bastón, disimuladamente.
Era una joven xenoriana, con un vestido que dejaba claramente su condición de baronesa. Era de percal verde, cuidadosamente aseado. Sus joyas eran baratas y poco refinadas.
-La baronesa de Wild?
-Así es. Muero por ella.
-Oí que ella fue la murió por ti- Raukion bebió mas champagne. Dioses, era deliciosa. No había cosas así en el Harmonio. Lamuel hizo un chasquido de desagrado.
-Todo el mundo se termina muriendo, alguna vez. Que querés que haga?
-A mi no me preguntes. No soy la persona indicada para enseñarte romanticismo. La vida es demasiado corta para entender a las mujeres.
-Y eso lo dice un elfo, que risa- comentó amargado el enmascarado. -Hazme un favor, quieres? Ayúdame con la baronesa, puedes seducir a su amiga?
Efectivamente, Jade Wild estaba acompañada de otra dama, mucho más alta y fornida. Era de cabello rubio, trenzado, indudablemente con sangre drakking. El vestido Champolion que llevaba estaba a punto de estallar por sus amplios hombros y escote.
-Esa mujer… no es de por aquí. - se maravilló Raukion.
-No, da la casualidad que es mi ex esposa.
En ese momento, un alto paladín con uniforme de gala le tomo la mano a la mujer rubia y se la llevo aparte.
-Vaya, parece que ese caballero te leyó el pensamiento y te dio una mano.
-No me lo recuerdes. Se puede quedar con ella. Yo vine aquí a redimirme.
Lamuel apuró su copa, y luego se quitó la máscara. Bajo ella, su rostro era el de un hombre de edad madura, pero aun atractivo y varonil. Las primeras canas empezaban a salirle en las sienes, pero no había arrugas en su seño fruncido.
-Deséame suerte
-Suerte- Raukion le palmeó la espada.
Con paso decidido, Lamuel se acerco a la joven, y comenzaron a charlar; una reverencia y un beso en la mano hicieron que la doncella se sonroje. Raukion recibió otra copa, esta vez de vino feltiano. Sonrió satisfecho porque las cosas parecían marchar bien.
Una mano femenina le acarició el hombro.
-¿Debo seguir esperando que me invites a danzar esta pieza?
El elfo se volteo. Tras ella había una dama de belleza deslumbrante, cabellos castaños y enormes ojos cafés que parecían mirarte al fondo del alma.
-Milady Casandra, será el más grande placer que haya vivido - se arrodillo y le beso la mano.
-Su galantería me deslumbra, milord.
Danzaron en silencio el Vals de la luna de Plata, mirándose a los ojos.
-Tu estas aquí de verdad? - le preguntó Raukión
-No. Ni tu tampoco, Raukion. Esto es una ilusión consensuada, creada por el poder residual del Destino. Tu y Lamuel la están creando al mismo tiempo. Yo me quede en la entrada; por alguna razón no puedo avanzar. Sospecho que no soy uno de los libres.
-No sé de qué me está hablando.
-No, es que parte de ti mismo está en tu personaje en esta ilusión. Pero no importa, el Raukión que esta tras de ti y te controla puede oírme. Así que solo escúchame y finge que no entiendes.
-No estoy fingiendo. De hecho, ahora me siento bastante incomodo.
-Raukion, concéntrate. No se cómo llegó Lamuel aquí, pero creo que de alguna manera nos ha estado manipulando desde el principio. El estuvo aquí antes, y lo derrotaron. Quiere convertirse en el Destino. Conoce este lugar mejor que todos nosotros. Ha pasado los últimos ochenta años planeando volver, adquiriendo poder y habilidad para controlar este lugar.
-Lamuel hizo todo esto? Es bueno con las ilusiones, pero…
-No lo conoces. Crees que si, es parte de este escenario. No importa. Tienes que derrotarlo, Raukion. No te conozco, no sé porque estabas del lado de Pirotesh y Enor, pero no parece que seas una mala persona. Pero Lamuel…
-No voy a consentir que hable mal de un amigo. Quiere una copa a la luz de la luna, milady.
Salieron afuera. Raukion se las arreglo para capturar una botella de vino endomonico y se sentaron en una de las escalinatas.
Casandra bebió un trago de la botella, y se lo paso. Raukion encontró el gesto encantador, pero quizá era el alcohol.
-No es difícil entrar en tu mente, para ser un elfo. Has pasado mucho tiempo entre humanos, Raukion.
-Me crié entre humanos. Mi padre me entrego a la familia imperial para cerrar un pacto de no agresión con nuestras ciudades.
-Eso explica muchas cosas. Que uses katana, por ejemplo. -Casandra soltó una risa tonta.
-También tú te estás embriagando -
-Es que esta ilusión es muy poderosa, aun para mí. Déjame concentrarme - Casandra se llevo las manos a la frente y se masajeó las sienes. Raukion se acercó y le acarició la nuca.
-No, no. Raukion, escúchame. Tienes que derrotar a Lamuel.
-Que es lo que quieres? Que le arroje un guante a la cara y lo reté a un duelo.
-Podría funcionar. Pero necesitas un motivo.
-Como qué? Que por ejemplo, ambos pretendamos a una misma mujer?
-Si, podría funcionar. Si seduzco a Lamuel, quizás…
Raukion frunció el seño, molesto por las implicancias del comentario.
-No funcionará. Lamuel no es esa clase de persona. Puedes preguntárselo a Altione.
-¿Quien?
-El paladín albino, el que saco a bailar a su ex esposa en el salón.
-No, no es así, tenemos que encontrar una manera- Casandra acarició distraídamente el pecho de Raukion. Desprendió un botón de la camisa. Raukión se inclinó sobre ella.
La banda dejo de tocar. El gran reloj de péndulo que dominaba la sala de baile comenzó lentamente a sentenciar sus campanadas. Cada persona contaba en silencio el estruendo. A la séptima campanada, hubo un murmullo, y un grito. Los ojos de todos los concurrentes se orientaron a su fuente. Una dama se había desmayado, y junto a ellas, una enigmática figura enmascarada, que de alguna manera a nadie había llamado la atención previamente. Un rumor se expandió por la sala, creciente con cada campana, un rumor de desaprobación sorpresa, pero también de espanto, horror y repugnancia. La figura estaba cubierta de pies a cabeza de una mortaja sanguiñolienta, a la usanza goana. Manchas negras de sangre seca le resaltaban el pecho, donde había un agujero profundo que lo atravesaba de lado a lado. Su rostro estaba cubierto por una máscara.
Lamuel, que abrazaba entonces a la joven Jade, desvió también su mirada. Cuando sus ojos cayeron sobre la figura (que ahora, en un movimiento lento y solemne, cruzaba la sala hacia él) se convulsionó en un primer momento en un estremecimiento de terror o disgusto, pero rápidamente su rostro enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve a usurpar mi mascara?¿Quien se atreve a insultarme con esta burla blasfema?
Con la última campanada, no había nadie más que ellos dos en toda la sala. Lamuel sacó un cetro de fuego de sus ropajes y apunto hacia la figura embozada; un bólido incendiario salió disparado. La figura extendió sus manos; un viento helado apago el bólido en el aire. Los cientos de candelabros que iluminaban la sala se apagaron. Solo la luna, que entraba por los ventanales, iluminaba la escena.
En la penumbra, Lamuel redescubrió el miedo.
La figura no contesto. El cetro se deshizo en polvo en sus manos.
Despacio, camino hasta la figura, puso sus dedos sobre el borde de su máscara.
-Lamuel- advirtió Raukion, que entraba a la sala en ese momento acompañado de Casandra. Ella se cubría con un mantel, y Raukion estaba desnudo de la cintura para arriba.
Lamuel sollozó mirando a su amigo, pero no bajo su mano. Acariciaba el borde de la máscara.
-Que es esto, Raukion, no lo sé. Detenlo, por favor.
Raukion se quedo en silencio. Casandra se dio vuelta y salió por la entrada principal en silencio. El elfo camino hasta ellos. Puso su mano sobre el costado de la figura.
-El corazón no le late.
Lamuel se mordió los labios. Su rostro era ahora el de un anciano, lleno de profundos surcos, con manchas de la piel. Su cabello cano y pajizo se derramaba por las mejillas.
-Una bruja me maldijo una vez. Me maldijo con vida. Una vida de sufrimiento, de desgracia. Una larga vida.
Lamuel respiró, cerró los ojos y le quitó la máscara.
Raukión salió al balcón, suspirando. Casandra ya no estaba. Abajo, se podía ver la campiña xenoriana, iluminada a la luz de la luna. Las torres de la barbacana del castillo, de granito y piedra resaltaba contra el bosque en el horizonte. No había ninguna luz, ninguna señal de actividad humana.
El horizonte se hundió. Las estrellas comenzaron a apagarse. Los arboles del bosque cercano comenzaron a disolverse, uno por uno. El cielo nocturno se derretía. La luna titilo dos veces y se apago. La barbacana se desarmo en cientos de bloques de piedra que se precipitaron hacia abajo. Él mismo balcón se contrajo y derrumbo cayendo hacia la nada.
Raukión se encontró flotando, contemplando hacia el abismo. Y el abismo también lo miraba.
-Armagest. - saludó Raukion con una sonrisa. La sonrisa con la que uno recibe a un viejo amigo.
No hubo respuesta.
Raukion se dio la vuelta y camino por un pasillo de loza blancas y negras. Ahora vestía todo de negro, con los cabellos recogidos con joyería plateada. Su katana estaba en su mano, rezumando sangre por los bordes del metal. El corredor terminaba en un terrible espejo. Su imagen era, sin embargo, diferente. Sus ojos eran totalmente negros.
Raukion sonrió fieramente. El reflejo le devolvió la sonrisa, y de un feroz katanazo partió el vidrio que los separaba en un mil pedazos. Rápidamente Raukion se puso en guardia y desvió el siguiente ataque. Contraataco a su reflejo con ferocidad, sin éxito. Se contorsionó salvajemente para esquivar el siguiente mandoble, que paso a centímetros de su nariz. Cayo al suelo de espaldas y en el mismo gesto rodó hacia atrás, con un corte frontal directo de espaldas. El reflejo paro y finto, y volvió a atacar. Raukion paro con el mango de su katana y lo empujo con el hombro. El reflejo perdió el equilibrio, choco con la pared del pasillo y la piso lateralmente; comenzó a caminar por la pared, como si la gravedad hubiera girado noventa gados. Raukion maldijo en queuriano y paro dos mandobles expertos con dificultad. Retrocedió dos, tres pasos, finto, paso por debajo del reflejo, piso la pared, y termino parado sobre el techo, que ahora era el piso para el. El reflejo lo siguió y terminaron enlazados en una doble parada, los filos de las katanas a centímetros de sus rostros.
Y Raukion vio los ojos vacíos de toda luz de su reflejo, y adivinó la verdad.
Empujo con fuerza; el reflejo retrocedió e intento repelerlo con un revés. Raukion evadió y comenzó a contraatacar con desdén, una lluvia de golpes veloces, pero cada uno mortal. El reflejo fue esquivando, parando y resintiendo cada ataque, pero era incapaz de contraatacar. Al noveno golpe, trabó con fuerza y la katana de Raukion voló por los aires. El reflejo retrocedió, en posición de ataque, y luego avanzo. Raukion retrocedió, desarmado, las manos a los costados, sonriendo inquietantemente.
El reflejo alzo la katana para dar el golpe mortal, y cargo. Raukión extendió su mano y un muro de fuerza invisible se alzo entre ambos bloqueando la carga. Con un rápido gesto, la katana restante se partió. Raukion dio puñetazos al aire, que curiosamente parecían afectar cada uno al reflejo como si hubieran contactado su cuerpo con la fuerza de un gigante. En el último gesto, Raukion extendió la diestra y aferro el cuello de su reflejo, y le quebró el espinazo.
-Armagest está muerto. Solo eres el hueco que dejaste en mi.
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Cuentos de Kraad