jueves, junio 18, 2009

Cuentos de Kraad XXVII: Amantis irae amorius integratio sunt

-¿Qué demonios es esto? – pregunto Armand.
-Se llama beso, es una costumbre de los mortales, Armand. –contesto furibunda Megalreanna.-Confio que no la hayas olvidado.
Armand sacudió la cabeza incomodo. Se había precipitado a gran velocidad por los tuneles de la nave, buscando reunir a sus aliados lo más rápidamente posible para derrotar a Enor. En la sala de ejes, sorpresivamente vio una pareja en medio de un ritual amoroso, o por lo menos era lo que parecía. Lo sorpresivo era que la parte femenina del dúo no era otra que Megalreanna, que entre otras cosas era una criatura angélica, teóricamente ajena al contacto carnal.
-No importa- se resigno Armand- Quien es ese hombre, Megalreanna.
-Mi nombre es Silthe Baramir, heraldo de Sirión en Kraad. Un gusto conocerlo, Armand Brankaster.
-Hmm. Y a que debemos el honor de la visita del heraldo de Sirion a esta expedición?
-Vino a arreglar cuentas conmigo. -dijo con una sonrisa picara megalreana. -Ya las arreglamos.
-Dioses. ¿Cómo entraron aquí?
-Enor armo un grupo para detener tu expedición. Yo era uno de ellos.
-No veo que estes deteniéndonos.
-Tengo mi propia agenda. – se encogió de hombros Baramir.- Vine a vengarme.
-Y logre que cambiara de opinión – lo acarició Megalreanna. –Y él me hizo cambiar de opinión a mi acerca de mi propósito de olvidarlo.
-No cabe duda. ¿Por qué Enor querría detenernos?
-¿Quizás porque ustedes son los últimos karmigeros que pueden oponérseles? – Sugirió Megalreanna.
-No, tuvo miles de oportunidades de hacerlo en el pasado – terció Baramir. –Tuvo un mago, Shaoran, que estudió junto con Maerios las consecuencias del Faticidio. Una de las consecuencias del mismo es que el universo se mueve a una inexorable muerte térmica, ya que solo el Destino puede vencer a la Entropia.
- Estás bien informado. Pensé que la muerte del Destino era un secreto. – Armand mostró un gesto de escepticismo.
-Lo sabemos desde hace tiempo en los planos exteriores, Armand- sonrió Megalreanna.
-Necesito un asiento. A ver, los dioses siempre supieron que el Destino estaba muerto? Podrías habérmelo dicho, Meg– se indignó Armand.
-Hace sesenta y cinco años, Armand, los dioses mandaron un emisario al plano primario. Su nombre era Mitra, el Pacto entre los dioses. Debía escoger a otros nueve Eleutheros, y llevarlos al Keter Eleison. –Narró Baramir.
-Lo sé. Pero el Guardián del Jardín, Melwas Igraine, asesinó a Mitra. Y finalmente derrotó a Lamuel. El mismo me contó esa historia.
-Exacto – sonrió Megalreanna- Los dioses han decidido intentarlo nuevamente.
-¿Ellos? Hitamo tomó la decisión de montar esta expedición.
-Eso es innegable. Pero lo cierto es que los dioses han favorecido su expedición.
-Perdona que sea cínico, pero por eso Sirión envió a su Heraldo como parte de una expedición a detenernos.
-¿Acaso estoy deteniéndote? – sonrió Silthe.
-¿No podrías, digamos, haber saboteado a Enor?
-Enor es un Eleutheros. Todos en esta nave lo somos- murmuró Megalreanna.
-Enor es tan buen candidato como cualquiera para convertirse en el Destino – agregó Baramir –Y esta nave se precipitara en Keter Eleison pronto, con todos a bordo.
-El que sobreviva será el Destino.
-Aun contra su voluntad.
-Oh, me quedo mas tranquilo, poderosos emisarios divinos. Así que mientras que nos aseguremos de matar al Guardián (que asumo no es un Eleuthero, así que no puede convertirse en el Destino) y luego nos matamos entre nosotros de tal manera que solo uno quede vivo, ese uno se convertirá en el Destino, lo quiera o no?
Baramir sonrió.
-Ese es el plan.
-Ese es tu plan, Silthe. Mi plan es convertirme yo en el Destino sin necesidad de matar a mis amigos, o en su defecto, si uno de mis amigos tiene esa suerte, me encargaré de que todo el resto, incluyéndome, vuelva sano y salvo a Kraad.
-¿Alguna vez has visto morir a un dios?
-¿Qué? No, salvo que cuentes a Charles.
-Para matar a un dios, debes primero derrotar (no mortalmente) a los otros dioses restantes, y luego ir por el noveno. Al matarlo, adquirirás su posición como dios. Lo que implica que tu persona se divinizara. Ahora, ¿sabes que significa que los dioses son eternos? Que trascienden el tiempo. El tiempo no tiene significado para ellos, no tienen principio ni final. Por lo tanto, no pueden morir. Si matas a un dios, lo reemplazas retroactivamente en toda la historia, efectivamente borrando su muerte.
-¿De que demonios hablas, Megalreanna?
-Si Mandramas – explicó Baramir- hubiera destruido a Iot, la historia que vivimos habría desaparecido, y en su lugar se hubiera desarrollado una nueva historia, donde nunca Iot había sido adorado y en su lugar apareciera un dios Mandramas. Nuestra historia hubiera sido completamente diferente, porque la personalidad de Mandramas sería diferente de la Iot, y por la tanto nunca hubiera nacido un Mandramas mortal. De esta manera, se resuelve la paradoja ontológica.
-Basta de teología, maldita sea. Deje a Tharloff con Enor, y no se cuanto podrá aguantar. Tenemos que detenerlo a él y a todos los polizones.
-Lo que trato de decir, Armand, es que si el Destino es coronado-
-Ahora no me importa. ¿Estás conmigo o te quedarás a mirar, Megalranna?
-En realidad, necesitamos de tu ayuda, Armand. No voy a matar a Silthe.
-Pero debe quedar solo uno. –murmuró Silthe.
-¿Quieres que yo los mate?
-No. Queremos que nos fusiones.
-¿Han perdido el juicio? Tu eres un Arconte, y él es un heraldo de Sirión!
-Eso es irrelevante. Los dioses…
-Oh, cállate. No son karmigeros, no funcionará.
-Sabes que somos criaturas de karma, técnicamente.
-De hecho, la fusión funcionará, y lo hará demasiado bien…
-¡Una fusión con su poder combinado, sería altamente inestable! ¡Duraría segundos!
-A eso me refiero con que lo hara demasiado bien. En nosotros, seria permanente. Somos solo karma pura, alma pura, no hay cuerpos que tengan memoria mórfica y deseen recuperar su identidad.
-¿Quieren fusionarse permanentemente?
-Nuestro poder por separado, aun luchando a la par, no sería el suficiente para derrotarlo.
-¿Derrotar a quien?
-Al Guardian.
Armand los miró sorprendido. Luego, suspiró y dijo:
-Lo haré. Con una condición.
-Lo que quieras, Armand.
-Ayudenme con Enor y su banda.
Los emisarios se miraron y asintieron en silencio.
-Bien. Fue un gusto conocerlos y pelear a su lado como entes independientes. Tomen mis manos. Esto llevara algunos minutos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenisimo!!! Maldita sea, el climax se sigue acumulando!!! Hay q ver como queda despues en version trade paperback! hehehe