viernes, febrero 10, 2006

Capitulo XIV: Tabula Rasa

La habitación estaba decorada al estilo Theoden. Es decir, estaba completamente pasada de moda. El empapelado rococó estaba insoportablemente lleno de arabescos; los muebles repletos de protuberancias, cubiertos de pintura dorada. El exceso de terciopelo y los cuadros llenos de colores primarios hubieran asqueado a un dandy del Kalan actual. En los tiempos que corren, la elegancia pasa por la sobriedad, los colores simples y las formas rectas; son los tiempos del Triunvirato, de la magia y la ciencia unidas al servicio del Progreso. Kalan ya no es el imperio decadente que fue.
Pero las personas que estaban en la habitación no percibían eso. En el hiato en sus vidas, la moda era el menor de los cambios que habían ocurrido al mundo.
-¿Lamuel? ¿Puede usted escucharme?
Lamuel Gusack abrió sus ojos.
-¿Quien eres?
-Nos conocimos hace muchos años, cuando usted estaba luchando contra su clon.
-No lo recuerdo, hijo. Me siento muy abrumado y dolorido. Tengo la boca seca.
-Entiendo. Por favor, beba esta poción.
Lamuel la bebió, obediente.
-¿Donde estoy? ¿En mi mansión?
-En un habitáculo del plano astral, decorado como su mansión en el plano etéreo. Lo sacamos de su mente.
-He, eso significa que estoy en coma, verdad?
-Así es. Aunque su cuerpo sigue vivo, me temo que no podemos devolverlo a su funcionalidad total. Parece que se las ha arreglado para causarse algún daño permanente, a pesar de sus habilidades de regeneración.
-Hijo, me cortaron la cabeza a los veinte años e hice crecer el cuerpo desde el cuello esa vez. Es cuestión de tiempo.
-Quizás me equivoque, pero eso significa que está dispuesto a vivir?
Lamuel sonrió.
-¿Armand Brankaster? Te recuerdo. ¿El amante de Manwë?
-Hmm. Así solían llamarme.
-¿Es verdad?
-No.
-Pero lo traicionaste tres veces. La tercera le costó la vida.
-Las cosas son más complicadas.
-No has envejecido una hora desde que te vi.
-El Hinotori me ha mantenido con vida.
-Es extraño que tu me busques, Armand, porque ambos somos prácticamente inmortales por una singularidad en nuestra naturaleza. Hemos sido hendidos y bendecidos por magia poderosa, tan antigua como la sangre y la luna; yo por mis acciones, tu por tu linaje. Ambos hemos hecho correr tanta sangre que podríamos morir ahogados en ella, si pudiéramos morir tan fácilmente. Ya he vivido más de un siglo, y nunca he podido construir nada duradero, más estable que algunos años o décadas. Tu has matado a tus amigos, has abandonado a las dos mujeres que amabas, te has embarcado en varias campañas sórdidas, simplemente por el deseo de luchar y el placer casi animal de tener un enemigo...
-¡Basta, anciano! ¿Responderás mis preguntas?
-Puedo destrozarte con palabras, porque te conozco muy bien. Todo tu poder, de nada sirve, por que eres inestable y agresivo y violento y silencioso y el rencor te inunda!
-...
-...pero no es suficiente para ti. Dices estar en desacuerdo con Hitamo y su plan para salvar el universo; pero en el fondo te tienta ese Poder! ¿Sabes que tendrás que matar a tus amigos cuando llegues arriba?
-Tu lo hiciste.
-Si. Maté a mis amigos varias veces. ¿Ves que somos iguales?.
-No lo niego. Pero yo no voy a fracasar donde tu fracasaste.
Lamuel cerró los ojos y sonrió.
-Estoy seguro de que no fracasarás. Verás, yo hubiera triunfado, sin fuera porque allá arriba había un onceavo jugador, algo que no habíamos previsto. Pero ahora, visto en retrospectiva, es todo tan claro...
-¿Que es claro?
-Si, como sospechaba Amelia, el Destino simplemente se suicidó, era evidente que iba a tomar medidas para evitar que alguien ocupe su lugar. Por eso, produjo una personalidad como el Guardián, la persona que cuando era humana dirigía Malkut.
-¿Quien es ese guardián? ¿Hay un guardián?
-¿Que es lo que sabes de lo que pasó, Armand?
-Se que Dufour, Kappa, Vindorion y Valjean subieron a la Corona de los Cielos, el punto material del multiverso que encarna la décima sephiroth, Kaether. Sé que eliminaron al Destino, ya que eran Eleutheros y estaban fuera de su dominio.
-Los cuatro Eletheuros eran libres del Destino, pero no lo eran los jerarcas de Malkut. De hecho, su líder, Outis, era el mismo avatar del Destino.
-¿Que?
-Asi es, Armand. El Destino orquestó una organización inmensa para destruirse a si mismo. Y la orquestó al punto de personalmente involucrarse en la organización. No conforme con esto, creo a un guerrero obsesionado en destruirlo, pero no Libre, y por lo tanto incapaz de destruirlo, un guerrero que buscaría a los Eleutheros y los obligaría, física y psicológicamente, a destruir al Destino. Y una vez que los Eleutheros hayan cumplido su misión, se quedaría como Guardián del Jardín de los Senderos que se Bifurcan, evitando que ningún otro Eleuthero penetre al trono del Destino, y reclame su Corona y su Libro.
-Por eso fracasó la expedición de los 10.
-Exactamente. Sabes, comenzamos a explorar el jardín, sin luchar... Cuando este onceavo participante comenzó a eliminarnos uno a uno. Mitra, el enviado de los dioses, fue el primero en ser destruido... Sospechamos que la posibilidad de convertirse en Moirae desataba lo peor en nosotros... para redondear, yo fui el último en enfrentarme al Guardián. Y me derrotó.
-¿Como? ¿Que armas usó?
-Han pasado más de 60 años desde entonces. El guardián puso en manos de los Eleutheros las armas y artefactos más poderosos de Kraad, gracias a su organización Malkut. Tuvo la oportunidad de elegir las mejores para si. Y seguramente no repetirá sus armas.
-De todas maneras...
-No voy a decirte más acerca del guardián, excepto su nombre. Se llamaba, cuando era un mortal, Melwas Igraine.
-...Igraine... Era un apellido importante en Xenoria.
-Quizás. Lo importante es que si suben al cielo, aun cuando puedan derrotar al guardían y acceder al Trono, solo uno podrá usar el Libro. ¿Quien será?
-¿Quién? ¿Acaso importa? Cualquiera de nosotros...
-No todos pueden ocupar ese puesto. Solo un Libre puede sentarse en el Trono. ¿Y quien de ustedes es un Libre?
-Eso no lo se. ¿Acaso importa? Elegiremos a uno, y si este no se convierte en el Destino, algún otro será elegido. Alguno de nosotros debe ser un Libre y si ninguno es, ya encontraremos a alguien.
-Quizás, quizás no. Dime, Armand: porqué estás aquí, en la mente de un viejo loco?
-Quiero saber como Mitra los llevó a la Corona, y si conoces alguna otra manera de llegar.
-Eres directo. Verás, Mitra nos teleportó simplemente; era la manifestación de un Pacto entre los Dioses, y eso le daba poderes extraordinarios. Pero se como los Libres llegaron allá arriba, y con que vehículo. Pero antes, contesta a mis preguntas.
-¿No has tenido suficiente?
-No. Dime: ¿Por qué quieres restaurar el Destino?
-Es una larga disputa. Nosotros nos enteramos de que el Destino había sido destruido por intermedio de una visión que tuvo Tharloff, durante la búsqueda de las Armas Inmaculadas. Cuando investigamos, Landon visitó a Maerios, que ya era el Archamaetrix de Ulean...
-No estoy dormido desde hace tanto. Sigue.
-Lo que le explicó a Landon es que el Destino es la manifestación de una Potencia Organizadora en el multiverso, que define la misma noción de Causa y Consecuencia. Sin Destino, aunque esa Fuerza que Moirae antropomorfiza no va a dejar de existir, sin una mano rectora será la Voluntad de sus habitantes la que la dirija. Esto llevará a que finalmente, cuando la inercia se acabe, cada cual será dueño de Su Propio Destino... en realidad, del Destino del Multiverso. Todos somos ahora Eleutheros, en cierto sentido, pero en vez de ser dueños de nuestro propia vida, somos dueños de la vida de los demás. Pero es inevitable que ese dominio colisione con los demás. Este conflicto de Múltiples Destinos (polimoirum) está destrozando la misma realidad. En cierto modo, como Moirae estaba predestinado por si mismo a ser el penúltimo habitante del Múltiverso; su muerte ha conducido a que el multiverso crea que ha llegado su fin antes de tiempo.
-...Moirae, Mortis, Morpheo, Monadae, Morbis, Monark y Momo. Asi es, el primero de los hermanos en llegar, el penúltimo en irse.
-Bien. Ahora, como no queremos que esto suceda, vamos a poner un Destino en su lugar.
-Je, me parece muy bien. La última pregunta.
-Dime: y si Maedrios estaba equivocado?
-Nunca lo sabremos. Porque vamos a tener éxito.
-¿A cualquier precio?
-Dijiste que era la última pregunta.
-Contesta. ¿Estás dispuesto a matar a tus amigos con tal de tener éxito?
-No sería la primera vez.
Lamuel sonrió, satisfecho.

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