domingo, noviembre 20, 2005

Campañas que me gustaria jugar en d20

* Una campaña desididamente militar ambientada en la 2 Guerra Mundial, de cualquiera de los dos bandos. Los PJs son una unidad del ejercito, una "band of brothers". Incluiría una batalla masiva, un capitulo de espias, algun capitulo de "fuga del campo de prisioneros", algun que otro tanque, paracaidistas, snipers en stalingrado... La pregunta seria que bando elegir...
* Una minicampaña épica en la antigua grecia mitologica, fusionando (muy anacronicamente) los mitos griegos clasicos de los argonautas, la guerra de troya y la invasión de los persas. Incluyendo claro, un team-up con los argonautas, una pelea con el Minotauro, un viaje al inframundo, la batalla de Salamina y Termopilas, etc.
* Una campaña medieval, viajera por el mundo al mejor estilo de TGA, ambientada en el siglo XII, mas o menos la epoca que transcurren Robin Hood, Cruzada, Baudolino, Ivanhoe: durante la tercera cruzada.
* Una campaña cyberpunk ambientada en un mundo híbrido mezcla de The Matrix, Total Recall, Blade Runner, Morgan, Neuromancer, Ghost in the Shell, Robocop y Transmetropolitan. O sea, pjs con implantes, mutaciones o directamente pjs robots.
* Una campaña basada en Star Trek: quien no quizo jugar alguna vez con un klingon? Manejar una clase Constitution contra dos birds of prey? Explorar nuevos mundos, buscar nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones, yendo valientemente a donde nadie ha ido antes
* Una campaña pulp noir, mezcla de Savarese, el halcón maltes, casablanca, sin city.
* Una campaña actual de acción, aventuras y una pisca de eventos sobrenaturales, mezcla de Alias, Buffy, James Bond, X-Files, Invisibles, Underworld, Hellblazer, Sandman, 24, Evangelion (sin evas), John Doe, Millenium: donde aparezcan PJs invitados de practicamente cualquier pelicula que hayan visto y de cualquier serie mas o menos actual, desde Douglas McCloud a Jill Valentine, desde The Cigarrete Smoking Man a Elijah Snow, de John "Hannibal" Smith a Violet Hemophage.

miércoles, noviembre 16, 2005

El Kiwi se enfrenta a los Zombies

Estaba un día yo, yo mismo, caminando sin prisa y con buen viento de regreso a mi plácido hogar. Entretenía mi paseo el dulce cantar de las aves, el agradable paisaje de ciudad, las amables personas que me saludaban al paso. En fín, un día perfecto en la atractiva y simpática Gran Ciudad de Tucson. Mi mente se distraía mientras organizaba mi agitada agenda semanal, programando todas las futuras reuniones, entrevistas, asesorías, negocios, fusiones, proyectos, etc. Mientras tanto, a veces le dedicaba la atención a un pequeño asunto amoroso, "mujeres!" recuerdo pensar a la distancia, "bien, ya lo resolveré, después de todo no es algo que necesite demasiado tiempo. Hahaha!" (reía para mis adentros). Caminaba yo por la Congreso primera cuadra, de regreso de una agitada tarde desepeñando el difícil rol de Primer Asistente de Director, cuando a la distancia mis oídos ultradesarrollados oyen un estruendo ensordecedor . Inmediatamente mi visión 80/80 observa que muchas personas se aproximaban corriendo en dirección a mí. Gritos de ayuda, alaridos rogando clemencia, uno de ellos a punto de tropezarse es atrapado rapidamente por mis veloces reflejos, que dejarían impresionados a cualquier Joakin.
- Calma, que ocurre? - Le pregunté con voz dulce y serena (como esa que usaba a principio de año) para tranquilizarlo.
- Ru-ru-ruido insoportable. - Al principio me costó un poco entender, pero las palabras del asustado transeute me permitió sospechar que algo no andaba bien del todo .
- Explicate bien! - Le dije, conservando la calma que tanto me caracteriza.
- Un ruido muy fuerte, nos esta matando! Proviene de allí? - Exclamó, extrañamente parecía más asustado que antes, como que mi tranquila presencia no lo calmase en lo absoluto.
- Allí dónde? - Le dije sin exasperarme, aunque me molestaba que no sea preciso. Miré arriba, suponiendo que lo más lógico sería un sonido proveniente desde el cielo, pero no había nada más que un par de nubes negras que pronto comenzaban a poblar la boveda celeste.
- No allí arriba. - Gritó el peaton anonimo. - Allí! - mientras señalaba con la mano.
- Tranquilizate! - Miré atras mío, solo veía a la gente que se alejaba corriendo. El tipejo no quizo esperar más, perscía muy asustado y se alejó corriendo junto a las demás personas, entonces entendí. "Ya entiendo!" Pensé. "La gente huye por el ruido! Entonces lo lógico es que la fuente del problema sea la fuente del sonido estruendoso este que proviene desde donde todos vienen corriendo".
Inexplicablemente, en el lapso que me tomó llegar a la conclusión las nubes negras terminaron de cubrir el cielo, y hasta parecía que se había hecho de noche.
Me desplacé instantáneamente hasta el área del conflicto, y observé un par de obreros que destruían el pavimento con taladros neumáticos, al verme llegar, los obreros se detuvieron. el centro estaba desertico en ese moemnto, la gente parecía haber huído hace ya tiempo.
- Qué sucede? - Cuestioné con autoridad. - Porqué destruyen mi hermosa ciudad?
- Solo estamos reparando le pavimento. - Respondió uno de los obreros. Intentaba burlarse de mi inteligencia, era obvia que una ciudad tan perfecta no podría tener errores en el pavimento.
- Me estan mintiendo! - Grité enfurecido. - Hablen con la verdad, qué sucede aquí?!
Tras mis palabras, los tipos se miraron dandose a entender que yo no podía ser engañado. Luego se volvieron hacia mí, sus ojos estaban rojos, sus cuerpos comenzaron a crecer, y su piel a descomponerse, la ilusión que disfrazaba sus taladros neumáticos desapareció, revelando sus verdaderas armas: hachas de cocinero!
- Zombies! - Exclamé. Mis enemigos jurados habían regresado.
Al grito de "Bwarrrrggggghhhhhhh!!! Los infectados muertos vivientes se lanzaron contra mí. Usando toda mi velocidad esquivé sus veloces embates. Salté hacia atrás al tiempo que uno de ellos golpeaba el pavimento tras haber fallado su ataque. Me lancé con un fuerte impulso y le asesté un tremendo puñetazo en el rostro que le volteó la cara, todavía con mi mano pegada a él, el undead se volvió y me observó sonriente.
- Somos SGPA +1 - Exclamó al tiempo que lanzó un hachazo directamente a mis piernas. Me tomó por sorpresa por lo que no pude defenderme. El arma se incrustó en mi muslo izquierdo, tras lo que lancé un feroz grito de dolor. Controlé el sufrimiento provocado por el impácto, rapidamente tomé la mano izquierda del ser antinatural, retiré el hacha de mi pierna e hice girar su brazo fuertemente, hasta que este se desprendió de su cuerpo. Me alejé de él, la hérida era profunda ero no letal. El zombie se incorporó tras mi ataque, junto a él sus compañeros se aproximaban hacia mí ahora. No tenía armas, y los muertos eran SGPA +1. Utilicé toda mi energía, los zombies encarnaban todo lo que yo odiaba, eran malos, malos y feos.
- Poder de la bondad!!! - Grité. Y una potente ráfaga de energía buena y hermosa brotó de mis manos, destruyendo a los muertos vivientes en el acto. No me tomé demasiado tiempo, apenas lo necesario para recuperarme de la fuerte descarga de energía producida por mi cuerpo. Me aproximé a las cenizas de los no-muertos, solo humo quedaba en el lugar donde ellos estaban. Inspeccioné un poco el lugar, intentando descubrir alguna pista de la procedencia de estos monstruos. No había demasiado, todo se había desvanecido, sus armaduras de cuero, sus cascos, sus hachas de cocinero. Fue entonces cuando sentí una precencia justo frente a mí, esta era mucho más fuerte que cualquiera de los zombies anteriores, pero igual de putrefacta. tenía la cabeza gacha, avanzó lentamente hacia mí, aplaudiendo suavemente, demostrando poco asombro ante mi magnificente poder. Levantó su rostro y lo reconocí en el acto.
- Tú! - Exclamé asombrado.- Tu eres quien trajo a estos zombies. Pero... Magetrain Vindorion.
El hechicero sonrió frivolamente, sus ojos rojos desprendían el brillo de rubies. Su putrefacto cuerpo estaba cubierto por su armadura de intronte, esta razgada, destruida. Detras suyo estaba su patineta voladora. Me miró con el rostro lleno de furia, pero sonriendo malignamente.
- No! - Exclamó. - Magetrain Vindorion no, Magetrain Zombie Ju-Ju! Hahahahahahahaha!!! - Soltó una carcajada que se escuchó a kilometros del lugar.
"No puede ser." Pensé en ese momento. Era él quien había traído a los zombies, Magetrain Zombie Ju-Ju.
- Y ahora moriras! - Gritó. Yo quedé inmovil tras sus palabras, esperando moverme solo en reacción de alguno de sus fulminantes conjuros rojos. Sin embargo el se quedó inmovil, tras un momento que pareció una eternidad decidí accionar.
- Y? - Pregunté, espectante a su ataque. Magetrain parecía perdido, mirando a la nada.
- Qué ocurre? No ibas a ...
- Silencio impertinente! - Me interrumpió con fuerte tono. - No ves que estoy pensando que conjuro lanzar?!
Entonces caí en cuenta de que esta batalla sería muy larga si no hacía algo yo antes. Pensé como podía hacer para dañar a Magetrain, con mis conocimientos sobre él. Hasta que se me ocurrió una idea.
- Oye Magetrain. - Le dije. - A qué no puedes utilizar tus poderes de alterar la realidad para que llueva agua bendita.
Magetrain levantó la vista, había captado su atención.
- No-me-molestes! - Exclamó secamente. Decidido en esta empresa, no me rendí.
- Ya me parecía, es lo que me dijeron en Ulean. - Exclamé. Tras mis palabras, el Zombie Ju-Ju me observó ahora con más atención.
- Qué te dijeron en Ulean?
- Ahhhh, nada. Solo que un hechicero rojo de cuarta anda dandose aires de controlar la realidad, pero que ni siquiera puede controlar su efinteres.
El rostro de Magetrain se encendió en ira, casi literalmente, y el fuegio era tan intenso que comenzaba a cocinar su putrefacta carne.
- Cómo?! - Grito.
- Si, y además me dijeron que te cagaste en las patas para ser el Destino cuando los dioses te lo ofrecieron.
La furia de Magetrain era tal que el mismo suelo bajo sus pies comenzaba a incendiarse. El hedor era insoportable.
- Cómo que no?! - Bociferó. - Puedo hacer lo que sea!. Puedo causar que lluevan toneladas de agua bendita! Observa!
Las nubes en el cielo tronaron varias veces, relampagos celestes se precipitaron por todas partes. No habían pasado unos segundos cuando una gota de lluvia cayó sobre mi naríz. Y luego otra. Pronto, un intenso chaparron de agua bendita se precipitó sobre la ciudad. Magetrain reía a carcajadas, en realidad estaba muy feliz. Tanto qeu no notaba que su cerpo comenzaba a desintegarse.
- Viste. Hahahahahaha!!! - Exclamaba. - Son unos idiotas, no saben con quien estan tratando! Hahaha....
No llego a terminar de sonreir, su cuerpo entero explotó dejando solo sus pies parados juntos uno del otro. La explosión me dió de cerca, cubriendome de materia putrida , un precio bajo a cambio de haberme desecho de tamaña amenaza. Me quedé un momento bajo la lluvia, dejando que la fresca agua limpiase mi cuerpo yt curase mi pierna herida, y relajandome tras el feroz combate. Luego me dirigí a casa, era ya temprano en la madrugada, pensando cual podía ser la causa de este ataque.
Continuará


viernes, noviembre 11, 2005

Capitulo XI: Et in Arcadia Ego

Mount Basyleus. Arcadia. 7.200 metros sobre el nivel del mar.
-El modelo clasico de espada nihonesa es llamado Warita-gitae; toda la espada está forjada en un hierro blando, mientras que el filo esta reforzado con acero con alto contenido de Carbono. El modelo waruki-gitae, tipico del shinto, incluye tres tipos de acero en la hoja: un núcleo blando, un filo duro y una periferia elastica. Ambas tienen sus detractores y defensores. Personalmente, la Warita-gitae siempre me ha parecido más potente y eficaz.
-Entiendo. Mira, nosotros los enanos tenemos otros criterios para medir las cosas. Pero discutir sobre espadas es una de las cosas de las que todos podemos hablar. ¿No crees, Garlond?
-Claro, claro.
-Mira, ni yo ni Garlond usamos metal en nuestras espadas. Yo me crié en un clan de albañiles, y mi pueblo era conocido por fabricar buenas arbalestas, pero asi y todo uno sabe algo y mucho de metales, espadas y forjas. Me decias que las espadas nihonesas tienen martensita en el filo, verdad?
-Asi es.
-Cuando peleabamos en la invasión a Osse yo tenia una zweihander con filos de martensita. Pero sabes? Dureza no es todo. Una vez peleé en el desierto, y en algún momento cayo desde el aire un columna de llamas. Nada del otro mundo, sabes, esquive la columna, pero tuve que soltar la Zweihander. Estaba al rojo vivo, asi que saque a Terminal y terminé con el problema, pero cuando volvimos y se enfrió, la sentí mas liviana. Consulté con el herrero jefe, un enano llamado Rowlet MacQueen, un regalo de Dirand, y me explicó que la martensita era muy vulnerable a la alta temperatura. Tomo un pequeño martillo y le propinó un golpecito. Crash, la hoja se deshizo en pedazos como si fuera de vidrio.
-Un defecto notable, me temo. Pero eso nunca sucedería en una katana; la martesita solo es un retoque en el filo; el nucleo de acero laminado absorvería, por un lado, la mayor parte del calor y cuando la golpees absorvería la vibración.
-Si, lo he notado. Rowlet me explicó algo parecido. Asi que le encargue que forjara un Zweihander con las técnicas de forjado queurianas. Yo queria algo asi como una katana pesada de dos manos, una otachi extremadamente afilada. Rowlet puso mil peros pero intimamente estaba encantando; a los enanos nos encantan los desafios. Tardó como dos años; para cuando la terminó la fase caliente de la guerra habia pasado. Termino haciendo algo que estaba a medio camino de todo lo que yo habia conocido; me costo meses de entrenamiento dominarla minimamente, no te digo adquirir una cierta pericia en ella. La sentía liviana, escurridiza, imprecisa. Cuando recrudeció la guerra cuando los dragones cambiaron de lado, la tiré por algún deposito de campaña, y segui con una fiel zweihander de adamantina robada por ahi. Pasaron los meses y comenzamos un campaña jodida con los yikarian. No tanto por la altura, que era mucha pero no tanto como aqui. Ni por el frio, que era mucho pero no tanto como en Chizar, sino porque esos bichos la tenían clara y nos emboscaban cada dos por tres. Hace millones de años peleamos una guerra similar contra ellos, y la perdimos. Ahora todo parecia que iba a quedar igual. Una noche muy helada cayeron ellos, y no te dijo ellos, sino que una veintena de daos y siervos extraplanares; tieflings, babaus, no se. Uno de los tieflings era mujer y peleaba como los diablos con sus dos katars. La zwie de adamantina era muy lenta; esquivaba los ataques como si nada. La perra me clavó un tacón y me lanzo como catapulta sobre unas cajas. Si sacaba la terminal, era un asunto cerrado. Pero tuve un presentimiento, y revisé las cajas sobre las que estaba. Como ya habrás supuesto, ahi estaba la odachi de Rowlet. Como quien no quiere la cosa, la saque: tenia planeado un par de trucos con ella; y funcionaron; un par de malos movimientos y le vole la pierna. Se quedó desangrando por ahi. Me di cuenta que un arma rápida pero liviana no es un inconveniente en ciertas circunstancias. La guarde, y de tanto en tanto la sigo usando contra oponentes rápidos y que le gustan esquivar cosas. Aeromantes, generalmente, hehe.
-Una historia muy instructiva. Efectivamente, para cada situación hay un arma. Pero dominar cada arma requiere muchisimo esfuerzo y trabajo. Toda la técnica del kenjutsu se basa en usar una única arma, y entrenar en su uso hasta dominarla completamente. Un kensai capaz puede usar su arma en cualquier situación; aun cuando no sea el arma apropiada para el encuentro, su entrenamiento intensivo es capaz de compensar la penalización que imponen las circunstancias.
-Nadie lo sabe mejor que tu. No hay un kensai mejor que tu. Y por eso he venido a hablar contigo.
-Supongo que podemos hablar de negocios. ¿Que es lo que lo ha traido a mi humilde morada, oh, poderoso thain de los enanos?
-No soy mas que un soldado, como en el fondo lo eres tu. Filosofía aparte, necesito de tu espada.
-Mi espada, señor, no está a la venta.
-No intento comprarla.
-No tengo intensión de salir de mi retiro.
-Comprendo. Mira, en el fondo eres un kensai. Este monasterio no es la prisión de tu alma. Tu espada duerme y está sedienta de lucha.
-Mi alma reposa en paz. Mi espada duerme y no despertará. Fui un kensai, fui un monstruo. Ya no lo soy. Aún amo mi patria y volveré cuando sea necesario.
-Hay una palabra que puede hacerte cambiar de opinión.
Garlond sacó una pluma, escribió en una hoja de papel de seda con suaves trazos de quenya, y la entrégó. Durante un minuto nadie hablo.
-Yo...he abandonado esa busqueda. ¿Dices que él...
-Si.
-Comprendo. Sin embargo, no puedo salir como si nada... debo pensarlo... mis obligaciones con el Harmonio...
-Nadie te apura. Puedes tomarte tu tiempo.
-Creo que sería conveniente que nos retiremos, señor.
-Asi es. Tenemos que irnos. Piensa en lo que acabas de leer; aun no es demasiado tarde.
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Mientras volaban rumbo al portal en Heavendome para volver a Kraad, Enor dijo:
-Crees que lo convencimos?
-Si. Ha caido como un caballo. Espero que puedamos manejarlo luego.
-¿No habia otra opción?
-No. Ni siquiera Joshep lo detuvo. Se ha vuelto muy fuerte. Nadie más vivo puede tenerlo ahora. Y no estoy en condición de pedirles favores a los muertos.
-Suelen ser dificiles de convencer. Lo he sufrido en carne propia.
-Todos hemos estado muertos. Pero no todos hemo sido fantasmas, hehe. En fin, crees que estuvo bien?
-Soberbio. Al principio lo vi muy formal y pensé que su tono de confianza la pondría incomodo, pero usted tiene razón. Arcadia lo tiene harto ya. Esta buscando una excusa para salir de nuevo a pelear.
-Y le dimos una excelente excusa.
-Solo espero que cuando se entere de que se trata...
-Entonces, tendremos que tratar de que no se entere. Uno menos, quedan tres.
-Ojalá que Pietra y Piro tengan Suerte.
-Esa mujer es fuego goano. Facil de encender, dificil de apagar.

jueves, noviembre 10, 2005

Capitulo X: Dramatis personae

-Todos sabemos porque estamos aquí- Comenzó Pirothess
-Tenemos los motivos, no las razones. - interrumpió Enor- Asi que háblanos, Fleur-
-Así es- Confirmó Garlond- Mi señor espera que cumplas tu promesa.
Pirotesh asintió y comenzó su narración
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"Hace cuatro años, su alteza el Thain envió un mensaje a su antiguo enemigo, Lord Tressym, rector vitalicio de la commonwealth osseana, por intermedio de Pietra del Silmarion. Un mensaje que era un enigma y un misterio.
Este mensaje, una historia en si misma, relataba una insólita cadena de eventos que comenzaron a principios de este siglo que termina. Al final de la primera gran guerra, un grupo de nueve viajeros se encontraron en una taberna de Feltia. El soldado kalanite Melwas Igraine; la adivina y espía xenoriana Sybilla, la oscura ninja llamada Mandragora; los magos arkanes llamados Channeller y Charmer; el sacerdote apodado Rodín; Quimerax, un comandante renegado goano, y el enigmático sabio Outis. Los ocho habían vivido vidas intensamente dramáticas; en una noche de tormenta, entre el vino y los insultos decidieron asesinar al único culpable de sus desgracias.
Resolvieron eliminar al mismo Destino”
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-Bueno, bueno, dejen hablar al gordo, que si nos trajo aquí es por algo importante. No, gordo? – gritó Grana
Hitamo examinó los comensales sentados alrededor de la vieja mesa redonda. Landon, con su fría mirada gris acero. Grana atragantándose con los últimos bocados. El viejo centauro, cebando un mate amargo. Casandra limándose distraídamente las uñas. Armand, mirándola, haciendo una lista mental de reclamos. Tharloff, tranquilo y relajado. Megalreanna con su típico rostro amargado. Y por supuesto, el Fantasma con un gesto frívolo pero atento.
-Aun cuando no lo sabíamos, toda nuestra vida hemos luchado una guerra. Esta vez, yo creo que vamos a terminarla. Esta reunión no es un accidente. No hay accidentes. No hemos venido aquí por casualidad. No creo en la casualidad. Cuando miro alrededor y pienso, veo diez héroes. No veo una coincidencia, veo providencia. Veo un propósito. Yo que es nuestro objetivo estar aquí. Esto es nuestro destino. Yo creo que esta noche guarda para cada uno de nosotros el mismo significado de nuestras vidas.
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“Juntos, los ocho comenzaron a trabajar para asesinar al principio rector de la causalidad. Primero solos, y con el tiempo sus talentos les sirvieron para crear una inmersa organización, dividida en ocho secciones, cada una de ellas dirigida por uno de ellos. Recopilaron todas las profesias que se habían emitido en todo kraad alrededor de los siglos; las contrastaron y las unificaron en una única historia del porvenir, dictada directamente por Moriae a sus bocas en Kraad. Después de mucha metafísica e investigación, descubrieron que el Destino solo podría ser derrotado por alguien que no estuviera sujeto a su poder. Una criatura semejante fue bautizada por ello como Eleuthero, palabra que significa Libre en Tentine.
La única manera de detectar a un libre fue buscar personas que compartan, por un lado, el potencial de cambiar al mundo, y que por otro lado no esten mencionados especificamente en ninguna profesia. Esto por supuesto, requería los recursos de una organización a nivel mundial, capaz de monitorear a todos los individuos y contrastarlos con la Historia del Porvenir. Obtener un capacidad operativa semejante requería enormes presupuestos y apoyo logistico inmenso. Durante diez largos años, los ocho se infiltaron en diversos gobiernos de las cinco naciones; y como fachada el Concilio de Feltia, gestionaron la creación de ocho organizaciones secretas, coordinadas por la llamada Urket. Asi comenzó la operación Gematría, antigua palabra invothak que significa "Permutación",
Diez años despues, Gematria habia logrado rastrear a veinticuatro posibles candidatos. Todos ellos eran tenían los requisitos para ser Eleutherios, pero solo un número limitado de ellos podían derrotar al destino (o incluso ninguno). Para probar a los candidatos, Urket creo una organización llamada Malkut, con todos los recursos de las cinco naciones a su disposición y liderada por Melwas Igraine. La única manera conocida de probarlos era enviarlos a tratar de evitar que se cumplan ciertas profecias. Finalmente, Malkut encontró a los candidatos ideales.
Amelia Valyant, Enor Dufour, Magetrain Kaldurion y Eroh Kappa.
Pero Melwas tenía su propia agenda, opuesta a Urket, controlada por el misterioso Outis. Outis cortó los recursos de Malkut, y desencadenó una invasión armada contra la isla de Avalon, sede de Malkut. Melwas y sus libres consiguieron derrotarlos, y emprender su viaje usando una profesia Drakking, la nave de huesos, y ascender a la Corona de los Cielos (Kaether Elyson). Alli se enfrentaron al mismo Destino.
Y lo eliminaron.
Dias mas tarde, Mandragora penetró a la sede de Urket e intentó asesinar a Outis. Solo encontró a un moribundo Kuryo Karatane, segundo de Melwas, que le informó que el Destino había muerto. Peor aun, Outis era un avatar del mismo Destino. Moirae habia creado la organización que le dio muerte. "

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-Todos conocemos esta historia, pero voy a contarla una vez más. Hace ya casi cuarenta años, cuando aun éramos jóvenes y necios; emprendimos nuestro primer viaje por los planos exteriores en busca de armas para derrotar a metatrón. Mientras luchábamos contra Safer Sephiroth para arrebatarle su espada, yo y Zeldon fuimos absorbidos por un torbellino astral.
Caímos durante días enteros, hasta que desembocamos en tierra firme. Al despertar, vimos que estábamos en una pradera seca, en una noche con luna llena. Junto a nosotros había un rió que luego supimos se llamaba Anduin. Zeldon voló en busca de ayuda para curar mis heridas; yo desgastado y dolorido, apenas tenia el karma para cerrar mis heridas y continuar. Las heridas de Muramasa se estaban infestando rápidamente. Yo deliraba de la fiebre.
Unos horas más tarde, me levanté por la sed. Me arrastré a las orillas del río, y bebí su agua. Cuando estaba a punto de desmayarme, sentí un brazo que me alzaba y me llevaba río abajo. Estaba demasiado débil para defenderme, y no percibí un ki hostil, así que me deje llevar. Después comprendí que toda resistencia hubiera sido inoportuna, y además, inútil.
Junto a una fogata, había otros cuatro, y mi benefactor me dejo acostado contra el fuego. Uno de ellos, el más cercano a mi, sacó de su sombrero por algún arte mágico una bota con jugos curativos, y me hizo pasar un trago entre mis dientes apretados. A los veinte minutos me sentía mucho más lucido, aunque aun estaba muy débil. Mi mandíbula estaba fracturada y astillada, así que no podía hablar; me limite a estudiar a los hombres que me habían salvado. Mencioné que era de noche, pero la luz de la luna era particularmente fuerte en ese lugar.
Mi benefactor era el más alto de los hombres sentados en cuchillas en el lugar. Era de tez pálida como el hielo, cabellos oscuros y sus ojos no se veían en las sombras de sus facciones. Vestia un traje élfico de gran valor, y parecía desarmado. A su derecha, un hombre vestido con un manto gris, y un gran sombrero de fieltro. Tenía una barba poblada y blanca. El tercer hombre se parecía mucho al segundo, solo que vestía de rojo y fumaba una enorme pipa de madera. Los dos tenían cayados, así que supuse que eran magos.
El hombre que había sacado la bota del sombrero estaba a mi lado, y de tanto en tanto me hablaba. Aunque comprendía las palabras, sus frases no tenían ningún sentido;aparentemente también era un mago. Un cuarto anciano, vestido con una camisa de fuerza y aparentemente tan demente como el anterior, silbaba bajito.
El hombre palido se acercó cuando me vio despertar y tuvimos un parlamento:
-Sé bienvenido al Soñar, Tharloff Uglurund
-¿Donde estoy, Sire? - de alguna manera, sabia como dirigirme a él dignamente, aunque la etiqueta nunca fue mi fuerte.
-Deliras de fiebre, a la orilla del Alduin, no lejos de las puertas de Osgiliath. pero ahora visitas mi reino, Almigero.
-Comprendo. ¿A que se debe este gracia?
-Has traido paz a uno de mis siervos, hombre de los drakking. Es mi responsabilidad recompensarte por ello.
-¿Que recompensa, Sire?
-La que dispongas.
-No es mi intención, señor, cobrar deudas que ignoro haber contraido.
-Si tal es tu voluntad, Almigero. Por lo cual, no voy a darte una recompensa, sino un regalo. Dado libremente, como libremente me has prestado un servicio, sin intención acaso. Escucha atentamente, Tharlof hijo de Tharrof:
De tu reino han surgido cuatro emisarios. Conoces a dos de ellos, incluso has servido a uno, un general del pueblo de los dvergar. Ellos han asesinado a uno de mis hermanos. Bajo otras circunstancias, hubieramos tomado venganza; pero la última voluntad de nuestro hermano nos vetaba de tal posibilidad. Su posición como un Eterno ha quedado vacante; sin descendencia, nadie puede ocupar su puesto. Cabe la posibilidad de que algunos de los hombres de tu reino ocupe su puesto en el Jardín de los Senderos que se Bifurcan. Cuando llegue el momento, una decena de Justos entrarán al Jardín y se perderán entre los senderos. Uno se ocupará el puesto ausente. Los otros nueve morirán.

-Lamento decirlo, señor, pero no comprendo vuestras palabras. ¿Quien es su hermano?
-Él era el Destino
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-¿Tu estuviste alli, entre ellos? ¿Y por que nos cuentas esto? Sabes que no puedo permitir que intenten revertir lo que hice...
-Claro que no, lord. Todos sabemos que si el Destino renace, la causalidad se restablecerá.
-Aun peor, caballeros -interrumpió Garlond- La creación del destino rebooteará la continuidad historia. Nuestras vidas cambiarán, y no lo recordaremos. Nunca el Destino habrá muerto; Malkut jamás habrá existido. Los dioses no crearán a Mitra y los 10 no lucharán entre si para restaurarse. Lamuel no conocerá a Sif y tu no existirás, Marak, ni los Borks, ni el Directoriado, ni el Triunvirato. Nuestro Thain no invadirá Osse, no existirá la Confederación, Ulean seguiría aqui... Son demasiadas alteraciones.
-No podemos permitir eso-Sugirió el enano.-Lo lamento por ellos, respeto a Armand y su banda, Pirothesh, pero no podemos permitir que ellos vivan.
Pirothesh cerró los ojos en silencio.
-Lo se, señor. Tengo una estrategia armada... y me gustaría que la considere.
El enano buscó un rastro de falsedad en sus ojos. ¿Realmente traicionaba a sus amigos? ¿Tanto la dominaba el inmenso poder politico que ahora tenía? En sus ojos no había mas que ambición...
-Esta bien, habla, mujer.

domingo, noviembre 06, 2005

La Saga de Andrea Pheldis

"Al descubrir el sendero en la montaña, solo me asuste cuando
dí cuenta que era exactamente ese el que estaba buscando"
Andrea Pheldis

Capitulo I - Parte 2

Del diario de Panteafones

14 de Hecatombeon de 256 según el ciclo de Metatón
Ya hacen dos meses que deje mi hogar y mi familia, mi querida patria Calipos. Alejarme de las comodidades para salir a cumplir mi descabellada y ambociosa aventura está siendo hasta ahora mucho más dificil de lo que me imaginé. Había logrado ganarme un par de monedas con mis pobres dotes de poeta. Las múltiples historias que me había relatado Nimuda eran nuevas para los habitantes de las pequeñas aldeas que cruzaba en mi camino hacia la costa oriental, donde había pleneado abordar un buque esclavista que me levase por lo menos hacia el misterioso Igin. Conservaba yo unos pocos Ases que me había legado mi familia y a los que escondía con gran celo. Afortunadamente hasta ahora no había tenido necesidad de acudir a ellos.

18 de Hecatombeon de 256 según el ciclo de Metatón

Me detuvé una noche en la ciudad Equiel, nombrada así tras el dios protector de la polis por supuesto. No tuvé demasiados problemas para ingresar allí, una fuerte alianza había entre Calipos y este lugar, por lo que mi condición (a pesar de no ser la de un ciudadano) estaba protegida. Equiel era un lugar costoso, contrario a lo que uno creería equilibrado en lo más mínimo, donde los barrios se encontraban muy separados por status económicos, conocedor de esto, y tras pedirunas pocas indicaciones a los guardias de la puerta, me encaminé hacia una posada ubicada en un barrio humilde pero seguro. La mano de Ioth debió haber dibujado mi sendero, porque topé azarosamente con un sujeto que corría cargando una pequeña bolsa que, por por el sonido que causaba, debió haber portado monedas. Al verme vestido con mi armadura de cuero y portando mi pulido gladius el hombre me imploró ayuda, evidentemente alguién lo perseguía, y a juzgar por su carga la razón era obvia. La calle estaba bastante desierta en aquella no tardía hora del atardecer. No pude pedir explicaciones antes de que un grupo de cuatro bribones nos rodeasen. Me ví por vez primera en mi vida envuelto en una situación de combate real. Asustado, nervioso, confunido por la rapidez con la que habían sucedido los hechos, tomé mi gladius y me puse en guardia. Uno de los bribones se abalanzó sobre mi blandiendo una daga, el perseguido se hechó al piso protegiendo su dinero, logré esquivar el embate, el bribón pasó de largo y rapidamente le asesté un codazo en la nuca tras lo cual cayó desmayado. Mis movimientos debieron ser más impresionantes de lo que pensaba porque los otros pilluelos retrocedieron unos pasos y luego corrieron en diferentes direcciones. El sujeto que había clamado mi ayuda se incorporó y me sonrió denotando una enorme alegría. Se presentó a si mismo como Pestinov, gran comerciante de caballos y figura respetada en todo Equiel. Era el típico comerciante, gordo, con barba muy a la usanza clásica, pero parecía un hombre en realidad bueno, hasta un poco ingenuote. Tras darme las gracias numerosas veces se retiró corriendo con la misma velocidad que cuando lo estuvieran persiguiendo, mientras yo lo observaba algo confundido, en realidad, había perdido la dirección hacia la cual me dirigía. El bribón que había caído al suelo permanecía todavía inconciente, lo levante sobre mis hombros y me dirigí hacia el que creí era el camino a la posada. Hasta que caí en que estaba totalmente perdido en un laberinto de calles que además asustaban por su tremenda quietud. Caminé mientras las sombras de la noche terminaban de cubrirme, hasta que logré oír varias voces a la distancia. Me asomé y ví una mujer jugando con varios niños en un pequeño patio. Al verme, la dama se llevó las manos a la boca dentando sorpresa, los chicos en cambio corieron hacia mí gritando "Merae! Merae!". Me rodearon mientras saltaban y gritaban ese nombre, obviamente se referían al bribón que yo cargaba. La mujer se aproximó y observó a Merae, con una mano tocó su rostro suavemente al tiempo que su rostro demostraba tristeza. Con pocas palabras me guió hacia el interior de la casa, y me indicó un lecho donde colocar al hombre. La casa era grande pero muy humilde, un suave y tranquilizante aroma dificil de identificar inundaba el ambiente principal. El salón de entrada estaba lleno con mercaderías de diferentes tipos, las que no pude dejar de observar cuando recordé que no había comido en todo el día. Más lejos y oculta a la luz de la lámpara de aceite había una pequeña efigie de Nebel. "Merae es mi hermano" me dijo antes de presentarse, "pero no sabíamos de él desde hace meses". Herada, tal era el nombre de la mujer, Suplicante por supuesto, sin muchas preguntas me invitó a comer un pequeño plato de potage, y luego me indicó una habitación donde podía pasar la noche. Los niños estaban ya dentro de la casa. Sin muchas palabras le agradecí el ofrecimiento y me rescoté en un incomodo lecho, formado mayormente por costales vacios. El día había sido más cansador que los acostumbrados, caí dormido en poco tiempo.